En Mamífera, una mujer escenifica distintos momentos del momento en que se convirtió en madre. El embarazo, el parto, el cuidado de bebé recién nacido, la reinserción laboral, el agotamiento, la pérdida de la propia imagen, el machismo.
Está acompañada de muchos familiares, amigos, compañeros de trabajo, pero se siente sola. Vienen a su mente flashes. Tuvo a su hijo en una fría sala de hospital gracias a una cesárea innecesaria que destruyó sus planes de un parto humanizado. A nadie le importó la marca en la piel que llevará para siempre. Tampoco nadie le avisó que desde ese momento jamás estaría sola, que siempre deberá cuidar de otro ser humano más pequeño, más frágil, más demandante, que no conoce de tiempos, dinero, remordimiento o culpa. En medio de la revolución interna que siente, su jefe la presiona para que vuelva a trabajar, de lo contrario su proyecto laboral será otorgado a otra persona. Mientras intenta cambiarse, dormir al bebe y preparar todo, su madre le avisa que está demorada para ir a cuidarlo. Busca ayuda en el padre, el esposo, la vecina, pero nadie viene a socorrerla. En un fugaz momento de desesperación, considera incluso la posibilidad de dejarlo solo un rato, pero regresa arrepentida y culposa.
La estética de la sala teatral Sigue la polilla es muy acorde a la obra. Un lugar reciclado, con objetos antiguos y modernos, obras de arte, libros infantiles, juguetes mobiliario desparejo y único. Un conjunto diverso y en constante cambio, que metaforiza la particularidad de la etapa que vive la protagonista.
Alejandra D’Agostino se pone en la piel de esta mujer-madre narrando una historia conmovedora, cómica y crítica de la mano de la dramaturga Sol Bonelli. Con un despliegue escénico maravilloso pone el cuerpo a cada momento, con un tono, gesto y corporalidad particulares para cada situación. Desde la mujer que baila desenfrenada en el after office en el que conoció a su marido, hasta la madre que se duerme parada con su hijo en brazos, luego de intentar, sin éxito, bañarse. Despliega un universo complejo de pensamientos internos que la abordan desprevenida, frágil. Sueña con superpoderes que le permitan trasladar objetos cercanos para no tener que moverse y despertar al recién nacido, o herir con rayos laser a aquellos que hacen preguntan inapropiadas (¿no le estás dando mucho la teta, no le estás dando poco, cuándo volvés a trabajar, por qué duerme con vos, cuánto subiste de peso, no le cocinas a tu marido?). Siente la voz de su ropa interior que la invade. Un bombachón inmenso post parto le habla, intenta convencerla de que es mejor que sus diminutos contrincantes. Una escena desopilante que despierta la risa y el llanto al mismo tiempo. Y también se permite jugar. Se reinventa a través de la reversión de canciones infantiles para hablar de sus sentimientos, miedos y soledades.
Se siente desbordaba porque desborda los márgenes de aquello que la sociedad le exige: estar bien físicamente a días de parir, volver a trabajar en lo inmediato, poder con todo, verse bien, sentirse bien, alimentar adecuadamente al niño, no malcriarlo ni descuidarlo, como así tampoco descuidar el vínculo matrimonial. Si siente que no encaja, es porque la maternidad es todo eso y mucho más, un momento en que se rompen todos los esquemas, un exceso de vida, de pasión, de dolor, de amor, de temor.
Dramaturgia:Sol Bonelli, Alejandra D’Agostino
Actúan:Alejandra D’Agostino
Diseño de vestuario:Lucia Castellani
Diseño de escenografía:Lucia Castellani
Diseño de luces:Paula Fraga
Diseño de sonido:Nacho Sánchez
Fotografía:Ana Laura Devanna
Ilustrador:Pedro Mauvecin
Diseño gráfico:Pedro Mauvecin
Producción:Pablo López
Dirección:Sol Bonelli
Sala:Sigue la polilla (Castro Barros 874, CABA) – Sábados a las 19:30. Hasta el 2 de diciembre.
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