Dos mujeres en escena, un espacio apenas compuesto por dos bancos típicos de vestuario de gimnasio, un cuadrado delimitado para la práctica de esgrima. Ellas dos esgrimistas que entre práctica y práctica conversan y exponen sus miserias. Una lucha contra un enemigo poderoso, invisible, que aparece en alguna que otra pared, en las muñecas de algunos, en los dispositivos de todos.
Están en el ring de batalla contra el paso del tiempo, la maternidad y la productividad. Un tiempo que se empecina en anidar en el cuerpo y consumirnos desde adentro. Que se posa más precisamente en el útero y nos hace sonar desde allí, desde adentro de las entrañas, el tic-tac amenazante.
Una le cuenta a la otra su deseo – impuesto por el mandato social - de maternar y la imposibilidad de realizarlo por vía natural. Un mandato que coaliciona burdamente con un mundo organizado en torno a la acumulación de capital, en el que no hay espacio ni tiempo para la crianza, para la empatía, para la vida. Y una maternidad que – ya lo hemos descubierto hace rato- no está inscrita en el orden de lo biológico. Pero el tiempo es oro, apremia y llegaron los tan temidos cuarenta años. No cuenta con lo que se conoce como una pareja estable, ni una red de contención que acompañe el proceso. Sin embargo, una vez alcanzada la independencia, los estudios y la realización profesional, es hora de hacerlo. Es lo que toca. Por eso decide ponerse en contacto con una persona que le presentará la ilegalidad como único camino posible para encontrarse con ese bebé que tanto desea. En la conversación no faltará el debate ético que tal hecho implica, motivo por el que el proceso será ocultado a todo su entorno. Lo que sonaba como un trámite sencillo se irá complicando y despertará en la futura madre más dudas que certezas.
El diálogo es atrapante, desopilante por momentos. Eriza los pelos, entristece, enardece y descoloca. Porque Leticia Torres y Carolina Guevara no sólo encarnan a estos dos personajes, sino que entran y salen de diversos roles que representan a la familia, a la gente del trabajo, a los vecinos, a las amigas. Cada rol deja ver las hilachas del pensamiento patriarcal internalizado y muchas veces inconsciente. Que cuándo vas a tener hijos, que para cuándo el sobrino, que qué estás esperando, que cómo te salió tan rubiecito, que cómo vas a hacer con el trabajo y una larga lista de etcéteras.
El texto es una adaptación de la novela homónima de María Pía López, socióloga, ensayista, investigadora y docente. El libro se publicó en 2010 por editorial Paradiso. La larga trayectoria de la autora se ve plasmada en diálogos sumamente profundos, existenciales.
La dramaturgia recorre registros: las reflexiones filosóficas, pasando por la ironía, la incorrección política, hasta claras alusiones meta-teatrales, en las que las actrices explicitan su trabajo creativo y se hacen preguntas sobre aquello que están representando. A su vez, el registro humorístico y la capacidad de distanciarse de los personajes que encarnan, no nos permiten salir indemnes. Desatan en el público una risa nerviosa, en la que se espejan los privilegios burgueses, de género y clase que no nos son ajenos. Es que el gran acierto de la obra es la manera en que una historia personal atraviesa barreras y describe todo un panorama social, económico y político, provocando una reflexión colectiva.
La negación presente en el título de la obra es la representación más cabal de esa falta que implicaría no tener hijos. No tengo porque algo me falta, porque soy un ser incompleto si no materno. La fantasía de completitud se desarma como castillo de naipes ante la evidencia. Estas mujeres están enteras y tienen mucho por decir aunque el tiempo sea escaso.
La infertilidad es una enfermedad social: vivimos en un entorno que nos dificulta ser madres, que nos obliga a posponer la maternidad, con un mercado de trabajo precario, casi sin ayudas en la crianza, con precios abusivos en la vivienda, expuestos a tóxicos y contaminantes ambientales, con una alimentación insana. El Estado es cómplice, cuando no promotor de un medio socioeconómico que nos dificulta tener descendencia. Todo eso contribuye a la infertilidad. Pero el discurso es otro: “La culpa es tuya, mujer, por haber esperado demasiado”.
Esther Vivas – Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad
NO TENGO TIEMPO. Domingos 18hs. Teatro El extranjero (Valentín Gómez 3378, Caba)
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: María Pía López
Sobre textos de: María Pía López
Adaptación: Carolina Guevara, María Pía López, Cintia Miraglia
Actúan: Carolina Guevara, Leticia Torres
Vestuario: Paula Molina
Escenografía: Victor Salvatore
Diseño sonoro: Vicky Balay
Diseño De Iluminación: Matias Noval
Fotografía: Ximena Talento
Diseño gráfico: Cintia Miraglia
Entrenamiento en esgrima: Andrés D´adamo
Asistencia de dirección: Rocio Solange Bari
Prensa: Daniel Franco
Coreografía:Andrés D´adamo
Dirección: Cintia Miraglia
Composición Sonora: Vicky Balay
Comments