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Melina Martire

Volver extraordinario lo cotidiano



A comienzos de los años 80, al borde una barranca del Paraná, en una humilde casa conviven Federica y su hija Olivia. La madre decide alquilar la pieza del hijo ausente a un desconocido que está trabajando temporalmente en San Pedro. Con el retorno del hijo al hogar, el turbio pasado familiar se despierta y la vegetación y los animales cobran vida entre los pastizales.

Poema Ordinario surgió de la vinculación del director Lisandro Penelas con el autor Juan Ignacio Fernández, quien armó el texto especialmente pensado para los actores que lo protagonizan. Junto a la escenografía de José Escobar, que recrea con belleza y nostalgia esa casa costera, e interactúa perfectamente con la disposición espacial del teatro, lograron construir una experiencia teatral inquietante.

Con inspiración en el universo de El zoo de cristal, de Tennessee Williams, la obra aborda, mediante el misterio y lo sugerido, a estos personajes rotos e incompletos. Una mujer que cría sola a su hija, un padre ausente, un hijo rebelde y el extranjero como figura que trae el cambio. Federica se abandona al alcohol y a la alegría exagerada para sobrellevar su vida, Olivia es una muchacha frágil y necesitada de amor que expresa sus frustraciones a través de brotes de furia. El hermano mayor arrasa con su llegada. Como cada vez que regresa, da vuelta, literalmente, la casa y su monotonía. Establece un vínculo amoroso con el huésped, de quién está enamorada su hermana. Pero el convencional triángulo amoroso no es el foco de atención, sino el movimiento cíclico en el que se mueven los personajes, yendo del extremo de la explosión y el grito, hacia el silencio y la observación de la luna. De hecho, la actividad de este satélite es lo que guía los sucesos. La luna se oculta y se muestra al mismo tiempo que estas almas perdidas revelan sus secretos más duros: el abuso sexual de Federica por parte de su padre, la homosexualidad del hijo que la familia no logra asumir, las características de la personalidad de la hija vistas como una enfermedad, los intentos de comunicación del padre de Olivia que su madre le ocultó.

La obra toma el ritmo de un cuento de suspenso, y  va abriendo interrogantes que deja a criterio del espectador. Nos arroja muchos datos de ese pasado referido para poder pensar a los personajes en su convulsionado presente. Como recién despertados de una siesta pueblerina, se sienten aturdidos, acalorados y aburridos. El único entretenimiento es la cerveza fresca o el cine, donde hace varias semanas pasan la misma película.

Los grillos van y vienen con su canto, para alertar sobre la presencia de una criatura sigilosa que se mueve por el río. Cuenta la leyenda, que allí desaparecieron muchos niños y sus restos afloran en las excavaciones para nuevas construcciones.

El animal acecha allá afuera, y tienen miedo. Al igual que la llegada del huésped y la vuelta del hijo, esa presencia viene a desgarrar lo que ya estaba roto en la dinámica familiar viciada. El poema de lo común y monótono, se vuelve extraordinario por una noche.


Dramaturgia:Juan Ignacio Fernández

Actúan:Cecile Caillon, Fernando Morales, Julieta Timossi, Ignacio Torres

Diseño de vestuario:Eugenia Limeses

Diseño de escenografía:José Escobar

Diseño de luces:Soledad Ianni

Diseño sonoro:Agustín Valero

Fotografía:Pilar Montaron

Diseño gráfico:Tatiana Schumovich

Asistencia de dirección:Fernanda Pérez Bodria

Producción ejecutiva:Cecilia Santos

Dirección:Lisandro Penelas

Sala:Moscú Teatro (Camargo 506, CABA) – Sábados a las 22:00 y domingos a las 18:00.


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