Carla y Martín son una joven pareja que, aunque viven en un pequeño departamento, se desencuentran a cada instante. Los silencios, reclamos, olvidos y malos entendidos los llevan al borde del abismo. ¿Qué espacio ocupamos en la vida de una persona? Esa es la pregunta que sobrevuela en Monoambiente (la obra).
La elección del Nün Teatro-Bar –un lugar en Villa Crespo con un espíritu hogareño y ensoñador que acaba de cumplir un año de existencia– para poner en escena la obra, es por demás acertada ya que comparten la misma estética y estilo. La escenografía, una reproducción a pequeña escala de un departamento monoambiente con todos sus diminutos detalles (cocina, heladera, cama, ventana, plantas, etc.), imita a es como una casa de muñecas que incita a cierta nostalgia hacia la niñez. La obra misma transita el camino de decisiones que separan la juventud de la adultez, mostrando de qué manera construimos vamos construyendo nuestros propios espacios.
Como títeres dentro de una caja, los protagonistas se mueven incansablemente de un lado al otro mientras realizan sus tareas cotidianas, charlando pero sin registrarse el uno al otro. Martín organiza un torneo de PlayStation en su casa sin avisarle a su novia, mientras que Carla hace poses de yoga sobre su amado almohadón. La convivencia es difícil y mantenerse ocupados es fundamental para eludir ese problema, hasta que la llegada sorpresiva de la suegra, –que viene del interior de visita y se instala en la casa– hace que estalle el pequeño universo que los contiene. A la presencia de la madre de Martín se suman los molestos ruidos de remodelaciones en el supermercado de al lado, ambos irrumpen desde el exterior como una clara metáfora de aquello que llega y desestabiliza, y que canaliza todos los problemas de la pareja. Es difícil advertir en qué momento esas circunstancias que podrían envolver a cualquier pareja que recientemente convive, súbitamente desembocan en situaciones desopilantes: Carla cree que su suegra es narcotraficante, Martín y la madre creen que Carla lo engaña con el empleado chino del supermercado. Aduana y mafia china mediante, la relación amorosa se pone en tela de juicio y la separación parece ser la única solución a todos sus problemas.
Pero lo que destaca a esta obra es el giro interesante que le da Carolina Barbosa –directora, dramaturga e intérprete de uno de los roles protagónicos– desde la puesta en escena: la escenografía se modifica en el transcurso de la obra. El espacio escénico se hace cada vez más pequeño al igual que el hilo que mantiene conectada la relación de Carla y Martín. Por el otro lado, el acompañamiento de un músico ubicado por fuera del espacio delimitado acentúa determinados rasgos de la trama que terminan de definir el carácter de experimento de laboratorio de estas relaciones humanas.
Aunque el final se resuelve de un modo un tanto apresurado, la obra tiene el gran mérito de poner en escena de un modo sencillo y directo las problemáticas cotidianas de algunas parejas jóvenes en la actualidad: desde la imposibilidad de acceder a una casa propia hasta la incomunicación, la comodidad, las creencias y el miedo al fracaso. El cuento de hadas se deshace y se pone bajo la lupa.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Carolina Barbosa.
Actúan: Carolina Barbosa, Luciano Correa, Gastón Meloni y Patricia Zacarias.
Diseño de escenografía: Celeste Pernicone.
Diseño de luces: Ricardo Sica.
Realización de escenografía: Eduardo Zwolinsky.
Música original: Gastón Meloni.
Diseño gráfico: Celeste Pernicone.
Colaboración en vestuario: Fernanda Iturregui.
Asistencia de escenario: Erik Villamil.
Asistente de producción: Mariana Luz Rodriguez y Cecilia Santos.
Asistencia de dirección: Romina Ciera.
Prensa: CorreyDile Prensa.
Producción ejecutiva: Romina Ciera.
Dirección: Carolina Barbosa.
Sala: En Nün Teatro-Bar (Juan Ramirez de Velasco 419, CABA).
Funciones: Jueves 21hs
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