Reseña de la obra de teatro Juicio a una zorra. La historia de Helena de Troya, revisada y reivindicada a través de una mirada feminista de los hechos.
La mitología griega cuenta que Helena fue hija del rey de Esparta, Tindareo, y de la reina Leda. Pero su verdadero padre fue en realidad Zeus, que se unió a la reina tomando la forma de un cisne. La leyenda cuenta, incluso, que nació de un huevo, para justificar su origen divino. Con la fama de una belleza inmensa, su padrastro la ofreció como objeto al mejor postor, siendo desposada por Menelao, quien se convirtió así en rey de Esparta. Helena fue seducida y raptada por Paris, príncipe de Troya, quien la llevó a su tierra. Hecho que desató la famosa guerra de Troya a lo largo de diez años.
Frente a esta narración tan conocida, una Helena superviviente llega a escena para contarnos su propia visión de los hechos y someterse al juicio popular de los espectadores. Con dramaturgia del español Miguel de Arco, y dirección de Corina Fiorillo, en Juicio a una zorra la actriz Paula Ransenberg elabora a una mujer que decide desafiar el orden establecido y cuestionar la historia. Porque en definitiva, ¿quién cuenta la historia?.
Construida a partir del universo de las vedettes en decadencia para la industria del entretenimiento, esta Helena condenada a la eternidad se presenta en escena con maquillaje recargado, ropa incómoda y torpemente sensual. Una versión irónica de sí misma que repasa su propia vida. Difiere de la historia oficial contándonos que su calvario comenzó a los nueve años, momento que dio a luz a su primera hija, producto de una violación. A lo largo de su vida fue pasada de mano en mano por hombres que quisieron sacar provecho de su belleza, y por mujeres que la juzgaron injustamente. De este modo, no sólo cuestiona la versión aceptada sobre su vida, sino que también cuestiona la mitología como construcción de sentido hegemónica. En tono burlón, problematiza el supuesto designio de los dioses mortales e inmortales para empujar a poblaciones enteras a guerras sangrientas por codicia. Esa sed desmedida de conquista fue disfrazada de búsqueda de honor, en pos de recuperar a una mujer de la realeza. El cuerpo de Helena se transformó entonces en pretexto y objeto de venganza, tironeado por todos lados, ultrajado y vaciado.
La cuestión del disfraz atraviesa toda la obra. No sólo en la vestimenta de la protagonista, sino también en un caballo de Troya en escena, cuya estructura está cubierta de retazos de plástico de colores estridentes, flores y una densa alfombra. Imagen digna de un carnaval grotesco y barroco. También el diseño lumínico acompaña ese relato velado por múltiples capas, acentuando el carácter artificial de la iluminación, dando momentos de luz cenital a la protagonista, y marcando lo dramático con luces que iluminan su cuerpo desde el ras del piso.
Ese caballo preñado de muerte que entró a la ciudad de Troya, representa la necesidad de maquillar la historia en beneficio, siempre, de los triunfadores.
Helena se confiesa ante el público. Rie, llora, bebe una pócima mágica para encontrar el valor de narrarse. De mirada profunda y una entrega corporal deslumbrante, la actuación de Ransenberg resulta magnética. Emociona, conmueve, y divierte, una mujer que tomó una sola decisión en su vida -la de huir con Paris- y hasta eso le fue arrebatado. La historia habla de rapto, cuando en realidad su único paso consciente fue seguir al hombre amado.
Pero Juicio a una zorra no se instala en un tono telenovelesco, sino que mete el dedo en la llaga en temas delicados y vigentes, con una mirada sumamente crítica y comprometida. La violación, la maternidad obligada, los relatos hegemónicos de la iglesia católica, la belleza como valor de cambio, el cuerpo femenino como objeto, el paso del tiempo. Cuestiones que atraviesan transversalmente la obra, cargándola de sentido y emociones.
De esta manera, la obra reivindica la historia de una mujer que fue escrita por el puño patriarcal masculino de la mitología. El relato oficial ha construido grandes narraciones míticas sin preguntarse por las condiciones materiales que pueden dar lugar a esos relatos.
El lenguaje genera sentido al conformarse como discurso hegemónico. Aquello que no es nombrado parecería no existir. Pero la eterna y bella Helena, regresa al tiempo actual para mostrarnos que existe y que tiene mucho para decir.
Ficha Técnica
Dramaturgia: Miguel del Arco
Actúan: Paula Ransenberg
Diseño de escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez
Diseño de luces: Ricardo Sica
Fotografía: Francisco Castro Pizzo
Diseño de maquillaje: Norbi González Moreno
Asistencia de dirección: María García De Oteyza
Producción: Maxime Seugé, Jonathan Zak
Dirección: Corina Fiorillo
Sala: Timbre 4 (Mexico 3554, CABA)
Funciones: Viernes 20:30hs
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