Una localidad costera en pleno invierno a mediados de los ‘90. Los turistas se fueron y se apagaron las últimas luces veraniegas. Sólo quedan los habitantes del lugar. Ana vaga por las calles para matar su aburrimiento, Jorge trabaja en un boliche unas horas como ayudante de barman. Su madre regentea un hotel casi sin huéspedes.
La necesidad de supervivencia es la protagonista en otra noche fría. Ana y Jorge se encuentran frente a una máquina de peluches y charlan sobre lo que harían si no estuviesen allí, si el destino les regalara un futuro más próspero. Ana busca siempre monedas de un peso para gastarlas llamando a Brasil, donde supuestamente vive su padre, de quien perdió el rastro hace mucho tiempo.
Matan el tiempo entre luces fluorescentes, camperas rockeras, mochilas y bicicletas adolescentes. La idea de matar está ya presente en el título de la obra: Este verano te mato nos habla no sólo del impulso de Ana de matar a su entorno para escapar de la asfixia que siente en un lugar que nada le da, sino también de ese impulso por matar el tiempo. Es una obra nocturna y callejera, que hace foco en el vagabundeo.
Justamente la aparición de un nuevo personaje en la obra parte desde el deambular, el estar de paso. Sergio llega a la ciudad una noche cargando una pesada mochila; está viajando hacia el sur donde supuestamente tiene un puesto de trabajo esperándolo. Pero se toma su tiempo para observar el lugar y conocer a la gente. Se topa con Ana, con quien establece enseguida una buena relación. En cambio el vínculo con Jorge es más distante porque se presenta como un amigo de su madre, aunque ella dice no acordarse de él. Con estas dificultades, Sergio se va acercando a los lugareños y su presencia modifica irremediablemente todo. La joven parejita comienza a pelear más, mientras que la madre de Jorge actúa de manera extraña con ese hombre que, pronto sabremos, es un viejo amor. Los personajes se comunican siempre a través de los silencios y las miradas desconfiadas y misteriosas, que se detienen a indagar al otro.
Esa atmósfera de detención está muy bien planteada desde el uso del espacio escénico. Un mismo espacio está divido en distintos ambientes y la iluminación dibuja uno u otro de acuerdo a las necesidades de la obra. El paso de una escena a otra -sala de juegos, costa, boliche, calle- es abrupto, dividido por constantes apagones. Son flashes, fragmentos de sus vidas que no logran unirse. El transcurrir del tiempo es una incógnita para estos seres rotos, detenidos en el invierno de algún pueblo costero.
Actúan: Camila Romagnolo, Diego Vegezzi, Fernanda Pérez Bodria, Sergio Di Florio
Escenografía:Rodrigo Gonzáles Garillo
Diseño de luces:Fernando Chacoma
Vestuario:Leonel Elizondo
Diseño gráfico:Victoria Vázquez
Fotografía:Flor Espinoza
Registro en ensayos:Franco Vega Valiente
Prensa:Correydile
Asistencia de dirección:Luz Moreira
Asistencia técnica:Juan Carlos Pinos
Producción:Mariana Morán Benítez, Juan Carlos Pinos
Dramaturgia y dirección:Mariana de la Mata
Sala:Teatro Beckett (Guardia Vieja 3556, CABA) – Jueves a las 21:00.
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