Tebas Landes una obra que explora los límites de lo representable. La cercanía entre la escena y la vida: una nueva forma de pensar el teatro.
Lautaro hace de un dramaturgo y actor que escribe una obra con el apoyo del Teatro San Martín, sobre la vida de un preso que cumple condena por parricidio. Para ello deberá pasar tiempo con él y conocerlo mejor. Entre trámites burocráticos, permisos especiales y viajes, se acercará a este hombre, manteniendo y haciendo visible la distancia de clases que existe entre ellos.
Una brecha similar se plantea desde la puesta en escena. La distancia irresoluble entre presentar y representar. Porque Lautaro es Lautaro Perotti que hace de sí mismo, y el actor Gerardo Otero encarna a Martín, el parricida. Sucede que el proyecto original de Lautaro era que ambos se representen en escena, pero eso le fue prohibido por las fuerzas de seguridad. Por eso convoca a Martín para encarnarlo. La obra transcurre entonces entre los encuentros en la cárcel con el preso real y los encuentros con el actor Gerardo para ensayar lo que va escribiendo a partir de esta experiencia.
Si hasta aquí resulta una trama compleja, la cosa se retuerce aún más cuando comprendemos que, además, el dramaturgo intenta poner en vinculación la historia de Martín con una relectura de la historia del parricida más famoso: Edipo, rey de Tebas. Sin embargo, Tebas Land tiene la delicadeza y honestidad para tocar varios temas con solidez y sin soberbia. Con texto del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco y dirección de Corina Fiorillo, la obra es como un gran ensayo, que se construye a medida que transcurre. La obra nos aproxima a un nuevo modo de concebir el teatro, como bien señalaba Pier Paolo Pasolini en su texto 32 puntos para un nuevo teatro:
“No hay nadie entre nosotros que ante un texto o un espectáculo pueda resistir a la tentación de decir “Esto ES TEATRO”, o al contrario: “Esto NO ES TEATRO”. Pero las novedades, incluso las absolutas, como bien sabés, no son nunca ideales, sino siempre concretas.”
Lautaro entra y sale del universo de Martín, un cuadrado delimitado por rejas que refieren tanto a su condición de encierro como a la estructura planificada para llevar a cabo la obra. Pero ocurre un cambio de planes, y el personaje no podrá ser representado por el sujeto real, el preso. Primero le niegan a Martín esa posibilidad y luego también la de estar presente en la sala, entre el público, el día del estreno. Así queda cada vez más lejos de la posibilidad de ser parte de su propia historia, de contarse a sí mismo. Tampoco termina de comprender cómo alguien interpretará su rol, el teatro le parece una cosa bastante retorcida y extraña. Mientras tanto Lautaro establece un vínculo muy fuerte con él, pero sin separarse de su condición de actor burgués que vive en el extranjero, que intenta contar una historia que le resulta muy lejana. Porque no nació donde Martín nació, porque no sufrió las humillaciones paternas como él, porque no perdió a su madre trágicamente, ni abandonó la escuela, ni tuvo que defender su vida a costa de la vida de otro. A su vez el actor que encarna al preso tiene sus dudas respecto de la representación. Se pregunta si el caso de Edipo es exactamente un parricidio, siendo que él desconocía que a quien estaba matando era a su padre.
Así Tebas Land navega entre la investigación judicial del crimen cometido por Martín (incluida la exhibición del material del supuesto expediente); las narraciones sobre el tema del parricidio a través de la literatura; los conflictos éticos y administrativos de llevarlo a escena; las carencias del teatro para ejecutar el plan, y la forma de representarlo. Proyector, un celular que filma todo, un gran pizarrón, imanes, documentos oficiales, una pelota y aro de básquet (como pasatiempo del preso y también como referencia al deporte infantil predilecto por Lautaro) se mezclan en escena para intentar representar aquello que escapa de nuestra comprensión. Deconstrucción de las imágenes-recuerdo, de las narraciones, para experimentar la transmisión de una concepción del teatro atravesada por un cuerpo ausente. Como un gran rompecabezas, esta sensible, novedosa y comprometida propuesta, impone una forma concreta y tangible de repensar el teatro en su vínculo con la vida.
Ficha técnico artística:
Texto: Sergio Blanco.
Actúan: Gerardo Otero y Lautaro Perotti.
Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez.
Iluminación: Ricardo Sica.
Fotografía: Fabián Pol.
Diseño gráfico: El Fantasma De Heredia.
Asistencia de dirección: María García De Oteyza.
Prensa: Marisol Cambre.
Producción: Maxime Seugé y Jonathan Zak.
Coach De Movimiento: VIVI Lasparra.
Dirección: Corina Fiorillo.
Sala: Timbre 4 (México 3554, CABA)
Funciones: Sábados a las 22:45 y Domingos a las 19 hs.
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