Reseña de La Guiada de Gustavo Tarrío y Aldana Cal, obra teatral que recorre el Teatro Nacional Cervantes desde adentro.
A las 11 horas puntual el guía Bernal nos recibe en el foyer del teatro con su banderita indicativa para que el grupo no se pierda. Parece una visita guiada como cualquier otra, similar a esos contingentes que invaden los museos y otros sitios históricos a diario. Sin embargo, el guía es un tanto particular. Atolondrado y abrumado por toda la información que tiene que comunicarnos, se siente agotado. Por eso sus compañeros se disponen a asistirlo en este recorrido sinuoso por todos los rincones del Teatro Nacional Cervantes.
Inaugurado en 1921, gracias al aporte privado y desinteresado de la primera actriz española María Guerrero, que se propuso construir un edificio de características monumentales, la obra La Dama Boba de Lope de Vega, fue la primera en ver la luz en este espacio de fachada renacentista, que reproduce exactamente a la Universidad de Alcalá de Henares. Su apertura significó todo un acontecimiento cultural y social que convocó a artistas, intelectuales, políticos y, por cierto, a los más selectos de la sociedad de principios de siglo. El teatro en general era un espacio de reunión y esparcimiento que no tenía aún competencia con otros entretenimientos. La jefa de escenario nos informa que en esos años, los habitantes de Buenos Aires rondaban los dos millones, y se vendían unas ocho millones de entradas de teatro al año.
El toque español se aprecia por fuera y por dentro, elementos todos de la península ibérica. De Valencia, azulejos y damascos; de Tarragona, las losetas rojas para el piso; de Ronda, las puertas de los palcos copiadas de una vieja sacristía; de Sevilla, las butacas del patio, bargueños, espejos, bancos, rejas, herrajes, azulejos; de Lucena, candiles, lámparas, faroles; de Barcelona, la pintura al fresco para el techo del teatro, de Madrid, los cortinados, tapices y el telón de boca, una verdadera obra de tapicería que representaba el escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires bordado en seda y oro.
Ante semejante influencia, la obra La Guiada se pregunta qué tiene de nacional nuestro teatro nacional.
La recorrida nos lleva luego al descanso del primer tramo de las escaleras, donde toma la posta el acomodador narrándonos —a través de las interpretaciones de los distintos personajes, musicalizadas por Bernal en un antiguo piano ubicado al final de la escalera — la difícil relación entre Guerrero y su hijo. Ella no aceptaba el vínculo amoroso que el muchacho tenía con una actriz de reparto. Fruto de esa relación, nacerá Fernando Fernán Gómez, gran actor y director español, nieto no reconocido, que nunca llegará a pisar el gran teatro soñado y concebido por su abuela.
Esta historia, que parece salida de un culebrón de las tardes de tv, resulta fundamental para pensar la obra dentro de la problemática de la identidad nacional. ¿Ésta se define por lo que deja afuera, por lo que descarta, en tanto que algo puede definirse e identificarse por su relación diferencial con lo otro?, o ¿se trata más bien de una diferenciación entre lo que una persona es para los otros y para sí mismo? Siguiendo esta segunda hipótesis, podemos pensar que una nación encuentra su sentido en esta auto-identidad, a través del descubrimiento de sí mismo formando parte de una tradición que lo precede.
Así se suceden los debates entre el guía, el utilero, el acomodador y la jefa de escenario, mientras ponen en escena a un actor chileno, a una cantante de cumbia, a un director teatral escaso de recursos para explicar sus ideas, entre otros personajes.
Luego de su pomposa inauguración, hacia mediados de los años ’20, el Cervantes se vió sumido en conflictos financieros que pusieron en peligro su continuidad, y fue una comisión de personalidades de la cultura la que impulsó ante el presidente Alvear su adquisición por el gobierno. Así se convirtió en 1926 en teatro nacional y sede de la Comedia Nacional Argentina, situación polémica para la época porque la Comedia estaba integrada casi en su totalidad por actores extranjeros. Pero el hecho de que, a partir de ese momento, sea de todos los argentinos, no implica que podemos hacer cualquier cosa dentro de él. En tono chistoso, el acomodador saca a la luz esta cuestión, recordándonos que no debemos llevarnos ni picaportes, ni butacas, ni adornos de águilas bicéfalas que reposan sobre la araña del vestíbulo, y tampoco escondernos después de finalizado el recorrido.
El teatro pasó también por una época en la que se mantuvo cerrado durante siete años por el incendio ocurrido en 1961. En esa oportunidad se trasladaron los elencos y producciones al Teatro San Martín. La obra hace constantes referencias al modo en que debería continuar la vida artística de un espacio cuando éste se cierra por remodelaciones u otras circunstancias: nunca debe frenarse la producción. Sale a la luz el conflicto político-cultural entre el gobierno actual y los colectivos culturales de actores, productores, y gestores frente al cierre o clausura cada vez más frecuente de espacios teatrales independientes, sin olvidar los retrasos inexplicables en la reapertura del Teatro San Martín, y ante la incertidumbre por la, todavía no concretada, reapertura del Teatro Alvear. Cuando el utilero representa al presidente Alvear para narrar las adversas situaciones que atravesó el Cervantes, se presenta así: “Hola, soy Alvear. Sí, tengo nombre de teatro cerrado”.
La guiada, creada por Gustavo Tarrío y Aldana Cal, puede pensarse como una intervención teatral, antes que como una obra. La palabra intervención la define a la perfección en tanto el trabajo de los cuatro actores, dirigidos también por Tarrío, logra establecer lazos emocionales que llevan a los espectadores más allá de sí mismo, para sentirse parte de un proyecto común que nos exige como ciudadanos estar presentes, estar responsablemente presentes. El teatro, impulsando su capacidad de intervención social, genera sentido de pertenencia y responsabilidad grupal.
El camino no es lineal, nos metemos por camarines, salas auxiliares, pasillos, y hasta el patio de actores que cuenta con un monitor desde el que se puede ver lo que está ocurriendo en el escenario, para poder observar el momento justo en que tienen que entrar a escena. Así, somos parte de la complejidad identitaria de este espacio, con sus certezas y contradicciones.
Finalizando con un recorrido por la platea de la sala principal que lleva el nombre de María Guerrero, La Guiada nos sorprende con una demostración de la acústica del lugar que emociona a más de uno e involucra a todo el contingente de espectadores. Metáfora hermosa que describe esta experiencia lúdica, cómica y emocionante de pertenencia nacional.
Dramaturgia: Aldana Cal, Gustavo Tarrío
Intérpretes: Gustavo Di Sarro (utilero), Marcos Krivocapich (acomodador), Milva Leonardi (jefa de escenario), Nicolás Levín (guía)
Vestuario: Endi Ruiz
Escenografía: Endi Ruiz
Iluminación: Fernando Berreta
Música original: Pablo Viotti
Asistencia artística: Virginia Leanza
Producción: Alejandro Bontas
Coreografía: Virginia Leanza
Dirección: Gustavo Tarrío
Sala: Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815, CABA)
Funciones: Sábados 11:00 hs -Del 24/06/2017 al 09/09/2017 // Miércoles 14:00 hs -Del 14/06/2017 al 21/06/2017 // Miércoles 14:00 hs -Del 16/08/2017 al 06/09/2017
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