Ralapresenta un recorrido misterioso, oscuro y con mucho humor. La obra –con dramaturgia y dirección de Rosina Fraschina– nos invita a reflexionar sobre el destino y el poder personal de decisión.
En escena un muchacho (Josue) camina de lado a lado, los ojos pegados en un pequeño librito que lleva siempre, como una biblia. Otro hombre petiso y nervioso (Ernesto) recorre el espacio. Finalmente una mujer de riguroso negro (Ana) entra en escena. Se miran, se chocan, se provocan, se consuelan. Pronto descubrimos que son tres hermanos. La tía, dueña de la casa, acaba de morir.
Mientras la vieja está siendo velada en el cuarto de Josué, Ernesto aprovecha la desgracia para mudarse al dormitorio de la difunta, porque no soporta dormir con su hermano. Por su parte, Ana hace un racconto de las pertenencias de la tía. Pero la llegada de una extraña al hogar desestabiliza la profunda quietud en la que viven estos personajes.
Miné se presenta como una sobrina de la tía, que –como repite a cada instante– viene de una familia con la costumbre de enviar a uno de ellos para que se acerque al velatorio, en representación del grupo cuando alguno muere. Es una mujer decidida, inquieta, curiosa y con ansias de nuevas experiencias. Por eso, sus actitudes no caen bien entre los habitantes de la casa. Tanto Ernesto como Josué sienten una atracción hacia ella pero también les produce temor. Ana la detesta abiertamente.
Entre animales embalsamados, lecturas apocalípticas y cortes de luz, Rala devela de manera desopilante el universo en el que ellos viven. La oscuridad se transforma en el tópico de la obra. Cuanto mayor es la penumbra, más secretos se develan. Dudamos sobre si los habitantes de la casa, corroída por el paso del tiempo y la dejadez, son en realidad verdaderos parientes de la difunta. Miné no los recuerda de visitas anteriores, y no pueden explicar ciertos acontecimientos: ¿quiénes son? ¿de dónde vienen?. Lo que sí sabemos es que al menos establecieron con la vieja un vínculo afectivo y de cuidado de su salud, por el que se sienten herederos directos de la vivienda. Por eso la presencia de Miné cambiará todos los planes.
Pero Miné no sólo no muestra intenciones de retirarse pronto, sino que va metiéndose por las grietas del hogar y de la mente de los varones. Los hace dudar, los incita a salir, a rebelarse, a desear algo de la vida. Así los enfrenta a Ana y a su nueva condición dentro de la casa. La muerte de la tía no sólo les da acceso a una vivienda definitiva, sino que los enfrenta a la necesidad de tomar decisiones, de hacerse cargo de su destino.
A partir de estos sucesos, Josué divaga por la casa con la convicción de averiguar algo de sí mismo. ¿Quién soy y qué quiero? Dice en voz alta, como buscando una respuesta del más allá. Mientras Ernesto se siente menospreciado porque sus hermanos le dicen que ve visiones y que imagina cosas.
Desde el inicio vemos que Ana es quien maneja los hilos de la familia. Al agredir verbalmente a sus hermanos, lograba tenerlos cerca, pero a medida que avanza la obra, su control se va perdiendo, dejando lugar a una decadencia física notable. Como si su cuerpo se desarmara junto con la casa que se cae a pedazos.
Rala nos habla de aquello que está en desuso: las decisiones y el hogar. Con dramaturgia y dirección de Rosina Fraschina, es un gran acierto en la cartelera independiente. Una propuesta novedosa, con claras influencias de la técnica del clown y la comedia física, que ahonda en reflexiones existencialistas profundas, sin perder la gracia y el dinamismo.
Ficha técnico artística
Autoría: Rosina Fraschina.
Actúan: Julia Di Ciocco, Matías Katz, Camila Lopez Stordeur y Federico Paiva.
Vestuario: Daira Gentile.
Escenografía: Lina Boselli.
Iluminación: Horacio Novelle.
Música original: Ian Shifres.
Fotografía: Bernabé Rivarola.
Diseño gráfico: Romina Salerno.
Asistencia de dirección: Nicolás Mauro.
Producción: Valeria Di Toto.
Dirección: Rosina Fraschina.
Sala: Espacio Sísmico (Lavalleja 960, CABA)
Funciones: Domingos 17hs
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