En escena una pantalla de cine desplegada en el centro convive con un piano de cola y una tarima de madera con micrófonos de pie y un escritorio. Cada sector está delimitado claramente. El pianista da inicio a lo que podríamos llamar no una obra, sino una sesión musical, cinematográfica y teatral en la que circulan, como fantasmas, los retazos de la historia de nuestro país tal y como los personajes la recuerdan y la imaginan. Ficciones que construyen una identidad nacional.
Dos actrices y un actor interpretan aleatoriamente a una niña cautiva y huérfana, a un gaucho, a una extranjera que recita a Shakespeare, a un pintor naturalista, a un sargento analfabeto. Encarnan a los personajes pero a la vez se distancian de ellos a través de un vestuario contemporáneo y los textos en mano. Mientras tanto, en la pantalla se proyectan imágenes de eso que se está contando, encarnado sí allí con ropa y lenguaje acorde a la época de la fundación de la división política del territorio argentino. Los mismos actores están de un lado y del otro de la pantalla, como contándose a sí mismos.
La imagen más pregnante de la proyección es la de Pampa desierta por la que deambulan estos seres extraños, que están por fuera de la historia. El paisaje es un personaje más, clara reminiscencia a ese ámbito bárbaro que describe Sarmiento en su Facundo. La cautiva recorre el desierto, arrastrando su vestido colonial mientras reflexiona sobre su madre asesinada, sobre el gaucho con el que se encuentra, sobre las citas literarias que hace, sobre su condición liminal de mujer y niña, de atada y libre, de perdida y en la búsqueda constante.
Cosas como si nunca juega de este modo constantemente con los opuestos para construirse. Partiendo del famoso contraste sarmientino de “civilización y barbarie”, los personajes se desdoblan en la pantalla y en el escenario, entran y salen del relato, rompiendo con lo esperado. Un sargento puede ser analfabeto, del mismo modo en que un pintor extranjero puede ser cuidado hasta su muerte por un gaucho argentino.
Un viaje de ensueño, con una voz en off que murmulla las vicisitudes de los personajes y que reflexiona con ellos. Una forma de explorar caprichosa y transversalmente la historia argentina. Adentrarse en el desierto, en lugares inexplorados de nuestro país y que nunca han sido narrado.
La dramaturga y directora platense Beatriz Catani aborda la exploración desde una forma original y poco complaciente. En vez del relato lineal de la representación sin fisuras, ella incomoda al público evidenciando la condición de dispositivo artificial del teatro y del cine, apelando al final abierto en el que cada espectador hará una comprensión sensible y no inteligible de la obra. El “como si” ya presente en el título habla de ese guiño ficcional a través del cual las cosas pudieron haber sucedido así o no.
Quizás a comienzos del siglo XIX una actriz se perdió en el desierto recitando a Shakespeare, mientras los gauchos, los indios y los hombres de ciudad manchaban con su sangre el disputado suelo argentino, o quizás nada de eso ha sucedido realmente.
Autoría:Beatriz Catani
Actúan:Gabriela Ditisheim, Trinidad Falco, Juan Manuel Unzaga
Voz en Off:Beatriz Catani
Vestuario:Gonzalo Giachino
Escenografía:Andrea Desojo MC Coubrey, Inés Raimondi
Iluminación:Leandra Rodríguez
Diseño de Sonido:Agustín Salzano
Músico en Escena:Ramiro Mansilla Pons
Audiovisuales:Nahuel Lahora
Música:Ramiro Mansilla Pons
Sonido:Agustín Salzano
Asistencia de dirección:Matías López Stordeur
Productor Del Tnc:Ana Riveros
Dirección:Beatriz Catani
Sala:Luisa Vehil, Teatro Cervantes (Libertad 815, CABA) – Jueves a domingos a las 18:00.
Comments