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Melina Martire

La disolución de los vínculos sagrados

Un recorrido intenso, caprichoso y desprejuiciado por la obra del cineasta Pier Paolo Pasolini. Una narración feroz sobre la iglesia, la maternidad y la prostitución. Un pastiche lúdico y oscuro sobre las formas de la maldad humana.




El director Alfredo Staffolani recrea, en La maldad del mundo, escenas del film Mamma Roma (1962) del artista italiano Pier Paolo Pasolini. Esos momentos se intercalan con fragmentos de una entrevista a Luisa Acosta, la madre de Staffolani en la que cuenta la historia real de Alberto, un niño que ella adoptó con tan sólo dieciséis años, para alejarlo de una madre prostituta y abandónica. Las tramas se mezclan porque la película trae a escena una historia similar pero construyendo aquel suceso que en la familia de Luisa no sucedió y sí en el film: La Célica deja la profesión y a su proxeneta recién casado y vuelve a buscar a su hijo, se lo lleva de Florencio Varela a Constitución e intenta una convivencia. Pero el pasado vuelve una y otra vez. El adolescente, débil e influenciable, no encuentra el rumbo. Completan el cuadro el cura del barrio y los amigos del joven, que lo explotan y atormentan de diversas maneras. Alberto se enamora de Bruna, una muchacha que sigue el mismo camino que su madre. También llegan a la capital la amiga de La Célica, en busca de un porvenir más burgués, y El Negro, el proxeneta que viene a extorsionarla.

La maldad del mundo pone en escena el desgarramiento de los vínculos primordiales del ser social. En el mundo consumista, proletarizado y empobrecido de los años sesenta, donde transcurre la trama, no hay lugar para la vida campesina, para las expresiones artísticas populares y las relaciones basadas en lo comunitario. Aquí todos quieren solamente salvarse. El cura, pedófilo y corrupto, compra las baratijas que Alberto roba para obtener dinero para los obsequios a Bruna, que le asegurarían su amor. Los pibes del barrio lo golpean constantemente, vagabundean, no saben hacer otra cosa. La Célica busca la redención ante su hijo y exige constantemente muestras de cariño. Bruna carga con un bebé enfermo al que sólo puede rescatar mediante la prostitución. Todos se sienten heridos por una sociedad injusta, desacralizada y feroz que no les dio opciones.






Con escasos recursos materiales pero un concepto muy poderoso, la puesta en escena está anclada en el espacio de la vieja biblioteca del Centro Cultural Rojas. Los muebles de madera vacíos, que todavía crujen, están atravesados por la iluminación de tubos fluorescentes, que crean una atmósfera decadente en la que la historia encaja a la perfección. Un vestuario acorde a la época y unos pocos objetos de utilería, traen al presente ese universo de salvamentos frustrados.

Los personajes interactúan con la proyección de los fragmentos de Luisa a través de una cortina que se dispone diagonalmente cada vez que es necesario. Marca, de esta manera, una frontera entre el teatro y el cine, que nunca se destruye totalmente. Esos instantes cinematográficos son los que traen la cuota de comicidad y relax para los espectadores, siendo un contrapunto frente al intenso flujo de los cuerpos en el espacio escénico.

La historia está impregnada de religiosidad pero no entendida en términos eclesiásticos, sino sagrados: el amor entre Alberto y Bruna es casi sacrificial, la inocencia del sexo adolescente, la muerte como algo cercano y místico, la piedad frente a la miseria y la prostitución. Si bien no hay tiros ni muertos, la tragedia de los protagonistas es la cotidiana. No hay final feliz para la barbarie de la modernidad que los atraviesa y los deja tirados a mitad de camino.





Ficha técnico-artística

Diseño de Escenografía: Magalí Acha.

Asistente de escenografía: Vanessa Giraldo.

Diseño y Realización de Vestuario: Laura Staffolani.

Diseño de Iluminación: Adrián Grimozzi.

Asistente de Iluminación: Juan Seade.

Maquillaje: Bárbara Majnemer/

Pelucas: Leonardo Colonna.

Diseño sonoro y música en vivo: Valentín Piñeyro y Santiago Rovito.

Coreografía y Trabajo Físico: Martin Piliponsky.

Colaboración Coreográfica: Lucía Mouján.

Registro documental & Fotografía: Guillermo Barbuto.

Testimonio en video: Luisa Acosta.

PR+Media+CM: Mutuverría PR.

Meritorio de Producción: Santiago Paz.

Producción: CC RRojas y gruposalvaje.

Dramaturgia y Dirección: Alfredo Staffolani.

Sala: Centro Cultural Rojas (Av. Corrientes 2038, CABA).

Funiones: Viernes 21hs.


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