top of page
Melina Martire

La dignidad tiene un precio difícil de pagar



Francisco (Roberto Vallejos), secretario general de un partido político en franco crecimiento, candidato a ganar las elecciones internas, se reúne en su despacho, luego de una larga jornada de trabajo, con Alejandro (Gustavo Pardi), su colaborador y amigo de la adolescencia. Aparentes fieles representantes del cambio para un pueblo desilusionado, conversan sobre el funcionamiento interno del grupo: quién trabaja más y quién menos, el empleado que ve pornografía en su horario laboral, y una mujer con un alto cargo que quiere ganarse un lugar de liderazgo. Sin embargo, lo que parece una conversación banal con whisky en mano, se transforma en una lucha encarnizada de reproches por los secretos guardados, que va destruyendo agónicamente una vieja amistad.

Originaria del término griego dignitas, que implica grandeza, la dignidad consiste en una cualidad inherente al ser humano, en tanto que miembro de la comunidad de seres morales. Se pone en juego, entonces, en la relación con el otro.

Desde la comodidad de las mesas al estilo café concert en una sala del Teatro Maipo Kabaret, en el centro porteño, los espectadores asistimos pasivamente —como espectadores de televisión—, a una pelea mediática de dos figuras políticas. Alejandro sostiene que la verdadera política no es la del prolijo despacho que suele practicar su amigo, sino la que se negocia en las sucias alcantarillas de la ciudad. Allí él aprendió a poner la cara frente a sindicatos, dirigentes sociales, y directores de grandes empresas. También a sostener, a través de estrategias de comunicación y marketing, escándalos difíciles de explicar. Francisco, en cambio, aboga por una política limpia, por poder mirar a los ciudadanos a la cara y no terminar siendo igual que aquellos a quienes critican. Cuando descubre una estafa millonaria que realizó Alejandro, su mundo se desmorona. No sólo por el dolor y el sentimiento de traición, sino porque su ego no puede soportar la humillación y debe tomar una decisión irreversible.

Se asoma un final angustiante, dramático y a la vez casi irreal, y la rueda de la corrupción y el engaño a los ciudadanos sigue girando. Un discurso ganador y políticamente correcto nos hace creer, como espectadores-electores, que las elecciones y decisiones están en nuestras manos.

Afortunados por poder espiar un poco la montaña de suciedad detrás de la política, estamos frente a una discusión de poco más de hora y media, sostenida magistralmente por los dos actores sólo desde la palabra, en un escenario ambientado de modo realista. La corrupción política queda a un lado -o lo que es peor, la corrupción se muestra inherente al ser humano- y se pone en escena la traición entre dos amigos y la ceguera ante el poder. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar para cumplir con nuestras propias exigencias y expectativas?

Con la destacada dirección de Corina Fiorillo, que lleva a los actores a los límites de un despliegue de energía física y emocional pocas veces visto, Dignidad, del autor español Ignasi Vidal, tiene la enorme virtud de hablar no sólo de política, sino de la frágil moralidad presente en la condición humana. Seres humanos que dejan la vida en pos de unos ideales en los que finalmente dejan de creer o simplemente olvidan.

De fondo suena Nuestro amo juega al esclavo, una canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.


Si hace falta hundir la nariz en el plato

lo vamos a hacer, por los tipos que huelen a tigre

tan soberbios y despiadados

Violencia es mentir


Autoría:Ignasi Vidal 

Versión:Elio Marchi

Actúan:Gustavo Pardi, Roberto Vallejos

Vestuario:Gonzalo Córdoba Estévez

Escenografía:Gonzalo Córdoba Estévez

Diseño de luces:Ricardo Sica

Prensa:Marcos Mutuverría, DucheZarate 

Dirección:Corina Fiorillo

Sala:Teatro Maipo (Esmeralda 443, CABA) – Miércoles a domingos a las 21:30.

Bình luận


bottom of page