Nenes malos, un universo intimista y asfixiante donde el pasado se acerca como la marea a la orilla.
Gonza y Ale están en un bote en medio del mar en una competencia de pesca. En realidad quien compite es Gonza, el otro va de acompañante. Luego de veranos compartidos en un campo familiar, estos dos primos se reencuentran y de sus charlas brotan recuerdos, nostalgia, resentimientos y estructuras vinculares que fueron difíciles de superar.
Recuerdan cómo Gonza obligaba a Ale a espiar a una chica mientras se bañaba, como lo desafiaba a desautorizar a los mayores, a cometer delitos, a hacer las tareas indeseables. Confrontan sus historias, cada uno recuerda las situaciones de manera diferente. Los hechos se grabaron en la memoria de acuerdo a sus visiones de mundo.
Gonza es un hombre enojado, que envidia al bote ganador, que se cree superior, el macho que quiere sacar ventaja de todo y de todos. Mientras que Ale es callado, de poco carácter, falto de iniciativa.
A la manera de Decir Sí de Griselda Gambaro, obra en la que un cliente intenta captar la atención de un peluquero que no quiere brindarle el servicio y lo niega abiertamente a través del silencio, en Nenes Malos se establece también una relación de sumisión entre dos hombres, con el agregado de su vínculo parental. Aquí la posibilidad de viajar al pasado, va intensificando dramáticamente el presente. Una escena normal de dos primos pescando, se transforma en una batalla campal de palabras y de gestos.
La obra se va transformando en una mezcla de comicidad y dramatismo por los recuerdos revelados. La torpeza de Ale para manejar los elementos de la pesca y la impaciencia de Gonza, causan risa. Pero detrás de esas diferencias se puede ver una relación compleja, formada por capas de resentimientos, secretos, dolores, soledades, sobre las que se constituyeron como adultos.
Todo esto ocurre sobre ese bote que los aísla de la tierra y los obliga a convivir momentáneamente. Una apuesta interesante del dramaturgo y director Luciano Saiz para intensificar la tensión escénica de esos cuerpos. Los actores Fabián Bril y Adrián Murga trabajan a la perfección el in-crescendo de la energía corporal y la angustia reinante. Por su parte, la recreación de las escenas de la infancia, se produce fuera del bote, momentos que aprovechan para desplegarse por el espacio, jugar con diferentes alturas, e inflexiones de la voz.
La austeridad de la puesta en escena, ayuda a construir simbólicamente ese sentimiento de desposesión. Solo tienen sus recuerdos y sus dolores, sin un suelo firme sobre el que asentarse.
Estos dos hombres han recibido una buena carga de adoctrinamiento social y psicológico sobre su posición de control y poder o sumisión en la sociedad. Ambos repiten conductas aprendidas desde la infancia, y descargan su frustración y su complejo de inferioridad en la figura de aquello que quiere poseer, cada uno a su manera.
Cuando Ale le revela a Gonza que conoce un secreto suyo, se instala en el campo de la igualdad frente a su primo. Tiene algo que le otorga poder, para también someterlo y extorsionarlo.
Una conversación banal, un juego que se vuelve perverso. Un vínculo familiar que no logra mantenerse a flote porque el peso del pasado lo hunde irremediablemente.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Luciano Saiz.
Actúan: Fabián Bril y Adrián Murga.
Vestuario: Lázaro Mareco
.Diseño Industrial: Ana Gelfman.
Diseño de luces: Víctor Chacón.
Fotografía: Rocío Busacca y Maria Paula del Olmo.
Asistencia de dirección: Micaela Oro.
Dirección: Luciano Saiz.
Comments