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Melina Martire

Fingir y pertenecer

La Pose, una obra inquietante sobre los conflictos entre el campo y la ciudad expresados a través de personajes arquetípicos.


Blanca regresa a su pueblo natal para celebrar su cumpleaños. Se fue hace mucho tiempo a la ciudad a probar suerte y seguir sus aspiraciones actorales. Pero las circunstancias, las vueltas de la vida y una escasa autoestima hicieron pedazos ese sueño. Si bien Blanca vuelve malherida, intenta sostener la pose de exitosa actriz de ciudad hasta las últimas consecuencias.

En la tranquera que divide ambos universos la espera Estela, su hermana, junto a su esposo Eduardo, un hombre tosco, inmoral y violento que representa el rol patriarcal campestre. Concreta y metafóricamente él fumiga  todo a su paso. Desacredita a Estela mientras reniega de su frágil cuñada. El cuadro se completa con una prima de las chicas que llega en bici con su tonada del interior y su espíritu libre, otorgando a la trama el toque de humor necesario para equiparar el clima asfixiante. También llega una amiga porteña de Blanca, para celebrar con ella. 

A pesar de transcurrir al aire libre (en la entrada de la casa de Estela) el aire es denso y la vida cotidiana se vuelve pesada. La carga y el ahogo se manifiesta en los cuerpos de los roles femeninos, que se dejan caer al suelo y se arrastran como bichos mareados por el veneno –momentos de despliegue corporal muy interesante que incorporan la danza y elcontact improvisation–. Es que en ellas se encarnan fuertemente las contradicciones internas por no poder cumplir con el rol asignado por una sociedad que nada sabe de sus deseos. Blanca no triunfa en su profesión como se esperaba; Estela no sale nunca porque cree que su lugar de pertenencia es ser ama de casa; mientras que la prima se dedica a cuidar a la abuela y no quiere tener hijos, motivo por el que es mal vista en el pueblo.


Ayudados por el humo denso del trabajo de fumigación y la música en vivo deMauro ColettiPablo Mendilaharzu, los personajes emergen como fantasmas entre el pasto y desfilan delante la tranquera, puerta de entrada que nos permite acceder a ese interior bucólico y detenido.

Como telón de fondo la dicotomía entre el campo y la ciudad. Adaptación libre de Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, el texto de Marina CarrascoNadia Sandrone reelabora la oposición entre el norte y el sur norteamericanos a través del interior y la capital argentinos. El conflicto crece a partir de la amiga de la cumpleañera, un sujeto externo a este universo que llega para desestabilizarlos. Ella tiene un encuentro amoroso con Eduardo y anuncia que logró obtener una beca en el extranjero, el gran sueño que Blanca no pudo concretar. Así la protagonista cae poco a poco en la locura y el delirio. Presa de los estereotipos que de uno y otro lado la empujaban al triunfo como expresión máxima de progreso, siente que ya no pertenece a ningún lugar. Y como no puede enfrentar esa realidad, decide evadirse a través de la fantasía que altera su visión de los hechos.

La realidad, los recuerdos y los deseos no realizados se mezclan como el barro revuelto y muchas veces pisoteado.


Ficha técnico artística

Dramaturgia: Marina Carrasco y Nadia Sandrone.

Actúan: Melina Benitez, Fabián Bril, Lorena Damonte, Candelaria Sesín y Sol Titiunik.

Músicos: Mauro Coletti y Pablo Mendilaharzu Obeid.

Realización de escenografía: Chelo López Acevedo.

Asistencia de dirección: Nadia Sandrone.

Dirección: Marina Carrasco.

Sala: Sportivo Teatral (Thames 1426, CABA).

Funciones: Domingos 20hs



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