Un pez inquieto en un mundo artificial
Pieza plástica, la obra que forma parte del Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, pone en escena a una familia moderna con conflictos modernos que se resuelven de una manera drástica, cómica e irónica.
El living de una casa burguesa, sillas de diseñador y cinco puertas vaivén que dan paso al resto de la casa, a través de las cuales se presentarán los personajes. Todo blanco, luminoso y cool. Vicent –interpretado por Santiago Magariños–, el único hijo de la familia, está en escena y filma con su cámara un pez dentro de una pecera, imagen que se proyecta en la pared del living. El movimiento incesante y rápido del vertebrado acuático dentro de esas pequeñas paredes transparentes transmite una sensación de ansiedad y monotonía, reflejo de la vida de los personajes. Luego de ese momento previo, empieza el caos.
Ulrike y Miguel –interpretados por Brenda Gandini y Joaquin Berthold– se presentan como una pareja armónica, con tonos suaves y buen trato, pero de pronto desatan uno contra el otro la violencia contenida, tanto física como psicológica, sin punto medio entre esta conducta y la anterior. Reproches por falta de compromiso con la casa, por jornadas laborales muy largas –ella es asistente de Serge Haulupa, artista transgresor y snob, y él es médico–, por falta de disciplina en la educación del hijo y por no saber organizar las tareas del hogar, entre otros, se cruzan como balas en un campo de batalla. Esta situación los lleva a buscar una empleada doméstica para que los ayude. La elegida es Yesica (Shumi Gauto), una joven colombiana que, en lugar de llevar paz al hogar, termina de desestabilizar una cotidianeidad que está todo el tiempo al borde del abismo.
El toque final de ironía, comedia y descarnada realidad lo da Serge –interpretado por Eduardo Cutuli–, un artista que no concibe el arte y la vida por separado. Este personaje busca incomodar y polemizar con sus frases de manual de artista progre, las que, sin embargo, no dejan de ser ciertas: critica a Miguel por querer ingresar a Médicos Sin Fronteras siendo un hombre lleno de fronteras y limitaciones, con el único propósito de engrosar su currículum al ayudar a chicos que parecen estar más necesitados que los de acá, por el sólo hecho de estar más lejos y ser de color. Entre los proyectos que Serge realiza en escena se encuentra un evento performático llamado La heladera está vacía, en el que se propone cocinar la cena con todo lo que hay en la heladera, para después mostrar en forma de instalación el estado de dicho electrodoméstico como una crítica al consumismo y a los ideales de la clase burguesa. En la misma línea, construye una pequeña catapulta que arroja desechos.
La disposición escenográfica es, sin duda, un gran acierto. El movimiento rítmico de las puertas con el entrar y salir de los personajes, dan una fluidez acelerada a las acciones que acompaña de una forma perfecta los diálogos. Es un devenir frenético que los impulsa a seguir adelante a cualquier precio, donde caben la riqueza, la pobreza, la discriminación, la homosexualidad, la frustración sexual, el miedo al fracaso, el materialismo, la infidelidad y la explotación laboral. De esta forma, los protagonistas navegan por cambios de ánimo abruptos y discusiones que entran en tecnicismos –como si la empleada debe agarrar la plata que encuentra tirada o si debe bañarse antes de empezar a limpiar–. Buscan sacar ventaja uno del otro para desviarse por atajos que los lleven a estar ocupados, con la necesidad de hacer algo que no los haga reflexionar demasiado.
Marius von Mayenburg, el dramaturgo alemán autor de esta pieza, pone en juego la realidad y las falsedades de la vida moderna, al punto tal de confundir ambas cosas. Las miradas al público, las risas cómplices y los guiños que introduce Luciano Cáceres como director de la obra –frases como “arte, arte, arte” de Marta Minujin o las referencias al Ejército de Salvación para donar lo que ya no usan–, acentúan la irónica mirada del autor sobre un mundo falso y trágicamente cómico, donde nada es lo que parece. De hecho los actores se trasvisten en la última escena, cada uno en la ropa del otro. De este modo, las clases sociales se mezclan y estallan, al igual que la casa y los protagonistas.
Pieza plástica es una obra que entretiene al público con un humor irónico, pero también lo interpela y le muestra frente a sus narices lo más oscuro del mundo en el que vive.
Ficha técnica
Autor: Marius Von Mayenburg.
Traducción: Pola Iriarte.
Elenco: Eduardo Cutuli, Joaquín Berthold, Brenda Gandini, Santiago Magariños y Shumi Gauto.
Producción ejecutiva: María Velez.
Asistencia de dirección: Verónica Nicolai.
Diseño de vestuario: Ana “Chispy” Leiva y Julieta Harca.
Diseño de escenografía: Agustín Garbelloto.
Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova.
Asistencia de escenario: Matías Teres.
Dirección: Luciano Cáceres.
Sala: Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131).
Funciones: Sábados 23hs
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