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Melina Martire

Entre sueño y vigilia



La acción transcurre a fines de los años 40. La ciudad de Buenos Aires está plagada de salas de cine que exhiben películas casi todo el día. Las hermanas Delia y Zully matan el tiempo allí, viendo films de amor, con finales felices o por lo menos no tan tristes como sienten sus propias vidas.

Zully trabaja en un negocio para poder juntar plata para su hermana enferma de asma, tiene el sueño de llevarla a vivir un tiempo a Córdoba para que se cure. Pero también tiene el sueño de ser famosa como Zully Moreno. Es una mujer desprejuiciada que intenta vivir a su manera y, gracias a su simpatía, consigue una audición para protagonizar una película. Mientras practica el texto sin cesar, Delia la mira con rencor y envidia: ella quisiera estar en su lugar. Habiendo ganado un premio de recitación de pequeña y considerando que tiene muchos más dotes actorales que su hermana, está frustrada por el lugar que le toca ocupar en la dinámica familiar. Aunque es la mayor, se siente atada a la ayuda económica de Zully, y no logra encontrar al hombre de sus sueños.

Si bien son muy diferentes en su carácter, comparten el sueño de triunfar en el cine, de hacerse conocidas, de que su nombre perdure en el tiempo. Condenadas a aceptar su destino arbitrario de clase baja trabajadora, para ellas estos momentos de ensoñación frente a la pantalla representan no sólo un espacio íntimo en el que liberar las frustraciones y dejar volar la imaginación, —con pensamientos acalorados incluidos—, sino también el ámbito de evasión de una realidad no deseada.

La soledad de las estrellas fugaces comienza con charlas amenas y superficiales sobre sus héroes de ficción y, a medida que avanza, las diferencias entre ellas se van profundizando, hasta volverse insostenibles. Las escenas en las que caminan por la ciudad, van al cine y están en su casa están mediadas por el relato de un hombre que oficia de narrador, dando volumen y complejidad a la trama. Se trata de Rodolfo Valentino y, aunque lleva el nombre del famoso actor italiano -considerado el primer sex symbol del cine-, no es más que un aspirante a actor que compartió la pequeña escena de prueba de cine con Zully. Valentino, ubicado en un tiempo distinto, sólo introduce los comentarios para explicitar la trama. Al inicio, no forma parte de la historia, aunque comparte el espacio de representación con los dos personajes femeninos. Ya avanzada la obra, él entrará en el tiempo de Zully y Delia para presentarse como un caballero y modesto hombre, aunque sus intenciones serán bastante más oscuras.

Los tres actores marcan desde el gesto y la dicción el ritmo propio de los films del cine clásico norteamericano, con atuendos y sueños acordes. Sólo utilizan un pequeño espacio cuadrado que delimita la escena y dos sillas. Mientras que en ese espacio casi vacío la luz de la proyección de los films pasa rápidamente por sus rostros, sus posturas corporales hacen todo el trabajo, llevándonos de viaje a la época dorada del cine. Es destacable la caracterización del actor Facundo Abraham en el rol de Rodolfo, gesticulando al mejor estilo Clark Gable, con una actitud de galán que mezcla con comentarios cínicos cuando las hermanas no lo escuchan.

La soledad de las estrellas fugaces nos habla de la necesidad de pertenecer a algún lugar y de perdurar en el tiempo, y aunque sea brillar por un momento en el cielo de las estrellas. Una crítica directa al star system que supo forjar en la pantalla grande una mezcla indiferenciada entre el actor y el personaje, al punto tal de que la vida privada del actor nada tenía de distinto de sus interpretaciones. En este sentido, las hermanas también se encuentran en un lugar intermedio e indiferenciado. Si bien creen comprender cómo funciona el cine —una sucesión de imágenes a veinticuatro fotogramas por segundo, que generan la ilusión de continuidad en la retina, como bien explica la hermana mayor—, no logran separarse de ese estado mixto, entre el sueño y la vigilia. Delia y Zully comprenden que ese universo es irreal, pero igualmente quieren brillar en el estrellato como Ingrid Bergman o Gregory Peck, para poder salir de la realidad de una vida de opresión y falta de progreso.


Actúan: Vera Czemerinski, Catalina Krasnob, Facundo Abraham 

Dramaturgia: Carlos Diviesti

Dirección: Emiliano Carlos López

Asistente de dirección: Pablo Jesús Gatto

Diseño lumínico e Iluminación: Lucas Orchessi

Vestuario: Merlina Molina Castaño

Asistencia artística: Rodrigo González Alvarado

Prensa: Luciana Zylberberg

Diseño gráfico: Andrés Medilaharzu  

Fotos: Damián Roth

Sala: El Kafka (Lambaré 866, CABA). Sábados a las 21:00. Hasta el 26 de agosto.


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