Crónica cultural sobre Amarillo de Carlos Somigliana.
Me llega la noticia: el Teatro del Pueblo se muda pronto al barrio de Almagro. Ese primer teatro independiente de latinoamérica, surgido en los años ‘30, dejará su sede de Diagonal Norte 943 porque finaliza el convenio entre el teatro y el propietario del edificio. SOMI es la fundación que está gestionando apoyos económicos para su habilitación en Lavalle 3636. SOMI lleva ese nombre debido a Carlos Somigliana, dramaturgo argentino que, junto con Roberto Cossa, Pepe Bove, Rubens Correa, Osvaldo Dragún y Raúl Serrano, fundó el Teatro de la Campana en el sótano del histórico Teatro del Pueblo.
Esto me lleva a pensar en la actualidad de una pieza que reflexiona sobre el poder político y económico, y el conflicto entre quienes pretenden distribuirlo con mayor equidad y quienes defienden sus privilegios a cualquier costo.
Amarillo fue la primera obra escrita por Somigliana, en 1959, y tuvo su estreno en 1965. La obra se centra en la figura de Cayo Graco en la a Roma del año 123 a.C., su ascenso como representante de la plebe y las conspiraciones en su contra. Sus intentos reformistas se toparán con serias dificultades y trabas, que su carácter heroico e idealista no podrán vencer. Ante tanta injusticia, sobreviene el caos y la rebelión del pueblo, y el final trágico se avecina, como no podía ser de otra manera en este texto deudor de las tragedias griegas por su temática y estructura, y admirador de Shakespeare por la inclusión del factor amoroso y afectivo en la trama representado por la esposa y la madre de Graco.
Es una obra en tres actos, compleja a nivel textual y con numerosos actores en escena. La propuesta del director Facundo Ramirez resuelve la complejidad utilizando los recursos espaciales que brinda la sala del Teatro Celcit. Aprovecha la forma semicircular del escenario, la puesta se despliega permitiendo que los espectadores desde todas las gradas (una frontal y dos laterales) puedan ver el espectáculo, esta disposición genera múltiples puntos de vista, un rito en donde todos están implicados emocional y físicamente en la representación. Reminiscencia del origen ritual del teatro y la forma circular en la que se inspiraron los creadores griegos. La figura del presentador para introducir los diferentes actos y aclarar o resumir los momentos de la trama, ameniza las transiciones del viaje teatral.
Amarillo comienza con tres ciudadanos en escena, que representan a todo el pueblo. Debaten si asistir o no a los comicios, de acuerdo a lo que aporten los patricios para comprar sus votos. Como ya están acostumbrados a esta forma de hacer política, sólo les interesa llenar sus estómagos, sin saber siquiera si votan a un corrupto o a un asesino. Pero aparece en escena Cayo Graco, noble ciudadano de Roma, que se presenta a los comicios para honrar la memoria de su hermano muerto Tiberio. Casi nadie sabe que está de vuelta en la ciudad y que recorre las calles sólo en la noche para solicitar los votos de la plebe. No entrega a cambio dinero ni favores, ofrece su voluntad de ser un fiel representante del pueblo. A pesar de la oposición y miedo de su esposa y su madre, se presenta en la elección y, acompañado por su amigo Livio, ambos logran sus puestos de tribunos. Pero Livio se siente menospreciado por el pueblo y cree que sólo ganó por ser amigo de, y no por sus convincentes discursos. A partir de ese momento comenzará la verdadera tragedia.
Es fundamental la figura de Livio. La corrupción va anidando en el corazón de este insignificante hombre que se siente despreciado y opacado por Cayo. Si él no accediera a negociar con los patricios en su favor y en contra de su amigo, la persecución de Graco no sucedería. Así se pone en dimensión la influencia de un solo hombre en la cadena de un sistema corrupto, cómo todos los representantes del pueblo pueden ser parte, con sus malas acciones o por la falta de acción, de jugadas políticas deshonestas. La corrupción existe porque hay un conjunto de personas que así lo posibilitan, permiten o niegan.
El tema del poder político romano sirve como excusa para indagar el presente a través del pasado. Somigliana desarrolló su dramaturgia con especial dedicación en los temas históricos y las figuras heroicas y destinadas al fracaso, como se puede ver en otros textos como El nuevo mundo, Ricardo III e Historia de una estatua “.”. En todos los casos, pero particularmente en el personaje de Cayo Graco, noto una suerte de contradicción entre la misión a la que la sociedad lo empuja y las dificultades que luego la misma sociedad le impone. La realidad se manifiesta como el obstáculo para cumplir con su objetivo — lograr el bienestar para su pueblo a través de la ley agraria para repartir equitativamente las tierras—, y sobreviene la frustración y la impotencia.
La escenografía es preciosa y cumple un rol fundamental para expresar las dificultades que afrontan el protagonista y el pueblo. Sobre una tarima elevada en tres niveles distintos, reposan sentados los patricios, que se mantienen de espaldas al público cuando no intervienen en la acción. Con vestuarios exóticos, mezcla de personajes de cabaret y diplomáticos, se dedican a sobornar al presentador y manipular a Livio para perpetuarse en el poder. Los tres actores se destacan con una actuación visceral y comprometida, y pocos pero precisos movimientos por el espacio acompañados de una amplia variedad de gestos que dan a entender aquello que no se menciona. Su caracterización se completa con maquillaje exagerado y payasesco. Mientras tanto, los tres ciudadanos aparecen y desaparecen de escena a través de un pequeño túnel con rejas construido debajo de la tarima. Clara representación del orden establecido e inamovible de los miembros de la sociedad: quien detenta el poder está por encima de los menos favorecidos, que se arrastran a sus pies. En el espacio central durante la mayor parte de la obra se ubican Graco y su familia, lugar intermedio entre los de arriba y los de abajo. Completan el espacio tres bancos que delimitan el lugar de representación y sirven como foco de atención para diferentes escenas.
El texto, luego de su estreno en la década del ’60, tuvo pocas apariciones en los escenarios porteños, a pesar de ser una de las obras más complejas y ricas en referencias de toda la producción de Somigliana. El contexto político y económico en que vio la luz no es un factor menor a la hora de pensar la actualidad de la puesta. En esos años en Argentina, el auge de la sociedad de consumo convivía con los condicionamientos que enfrentaron los dos breves gobiernos democráticos del período, sumado a los vientos de cambio que traía la experiencia revolucionaria en Cuba y a la mayor organización y concientización de los trabajadores respecto de sus condiciones de trabajo. Con la distancia que permiten los años, me resulta interesante pensar en fue Víctor Proncete quien hizo la música original de la puesta en escena que se estrenó en el ’65. Este director musical, guionista y autor luego escribiría el texto La víctima, que sirvió como base argumental para la realización del film Los Traidores, única obra de ficción del desaparecido periodista y documentalista Raymundo Gleyzer. Por cuestiones de falta de presupuesto, Proncet además terminó asumiendo el rol protagónico en el film, que narra cómo un líder sindical que debe representar los intereses de los trabajadores, se va transformando en un burócrata aliado a los intereses de los capitalistas.
Estas asociaciones se presentaron buscando información sobre Somigliana. Otro dato:. antes de vincularse con el teatro fue empleado judicial. Esos conocimientos lo llevarían a formar parte del equipo del fiscal Strassera en el juicio a las juntas militares de la última dictadura. Su impronta está presente en los históricos alegatos de la fiscalía. No creo que la vigencia de Amarillo sea producto del azar, se trata de una obra cruda, poética y reflexiva, que analiza la condición humana en relación con el poder. En definitiva: todos los caminos conducen a Roma.
Nadie está exento de padecer
los reveses de la fortuna
y de ser sustraído al afecto de sus amigos.
Si no volviéramos a vernos ciudadanos,
desconfiad del amarillo.
Amarillo es el oro,
y el oro es la cloaca donde confluyen
todas las ambiciones innobles.
Amarilla es la cólera de los cobardes,
que chapotea en un océano de bilis.
Y finalmente, amarilla es la envidia,
que es la peor de las pasiones,
porque es el crimen de los mediocres.
¡Huid del amarillo!
Ficha técnica
Elenco (por orden alfabético): Patricia Becker, Gustavo Chantada, Manuel Fernández Othacehe, Pablo Finamore, Matías Garnica, Luciano Linardi, Mario Mahler, Manuel Martínez Sobrado, Mario Petrosini, Facundo Ramírez, Luciana Ulrich, Manuel Vignau.
Diseño de Luces: Roberto Traferri
Escenografía y Vestuario: Pía Drugueri (sobre bocetos de Facundo Ramírez)
Realización de Escenografía: Diego Antonietta
Realización de Vestuario: Pía Drugueri – Estudio Cabuli-Suárez.
Maquillaje: Dora Angélica Roldán
Fotos y DiseñoGráfico: Fernando Lendoiro
Prensa: Octavia Comunicación
Asistentes de Dirección: Manuel Fernandez Othacehe / Jazmín Ríos
Producción: Manuel Fernandez Othacehe y Facundo Ramírez
Producción Ejecutiva: Rosalía Celentano
Dirección y Adaptación: Facundo Ramírez
Sala: Teatro Celcit (Moreno 431, CABA).
Funciones: Domingos 16hs
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