Cuando la vida en matrimonio y la familia son un estorbo para realizar los sueños personales, la paz del hogar se deshace. La Vajilla nos cuenta una historia cómica en clave grotesca, sobre los deberes frente a los deseos postergados.
Jaime y María son un matrimonio de clase baja en los años cuarenta, que vive con sus dos hijos en una casa cuya hipoteca deberán pagar por muchos años más. Él es descendiente del gran Giacomo Pastore –reconocido músico italiano–, sigue con la tradición de tocar el acordeón y además se gana la vida como empleado del Correo y Telégrafos de Argentina. Jaime pasa sus días programando los conciertos barriales que darán con el grupo musical y pensando cómo zafar de la jornada laboral para poder ir a tocar. Mientras que María es ama de casa y pantalonera. Se dedica a cocer para un empleador que le paga muy mal y rechaza cualquier trabajo imperfecto.
La obra La Vajilla pone en escena a este peculiar matrimonio, compuesto por un hombre soñador y apasionado por la música casado con una mujer racional, que habla a los gritos. El conflicto se desata cuando Jaime decide revelarle a su esposa un secreto en la víspera del baile de reyes: tiene una amante desde hace dos años. Frente a la confesión, María opta por echarse a reír sin cesar. Acostumbrada a los cuentos que inventa su esposo y cansada de apañarlo y cubrirlo, prefiere creer que se trata de un daño que le hicieron, un gualicho, un embrujo. Luego de que Jaime describa con lujo de detalles a la amante, María decide enfrentarla en el baile y pedirle que se aleje de él, mientras que a Jaime le indica no mirarla a los ojos hasta que se le pase el encanto.
Una solución sumamente cómica y simplista vista desde la actualidad, pero que representa creencias que en esa época estaban muy arraigadas en la sociedad y que la dramaturgia de Patricia Suárez lleva al extremo. Florencia Montanucci y Javier Schonholz se lucen en escena al encarnar a estos personajes grotescos, graciosos, tiernos y decadentes, fieles representantes del estereotipo de inmigrante italiano. Sus particularidades corporales están puestas a total disposición de la escena, una gran entrega física y emocional para crear un dúo dinámico entrañable. María, una mujer alta, delgada, corpulenta y de gesto gruñón. Jaime, un hombre pequeño, con una pancita prominente, bigote y cara de angustia permanente.
Este viaje al pasado, a la historia familiar –que puede haber sido la de cualquier inmigrante que se debate entre los deseos y las obligaciones– se completa con una hermosa escenografía que contiene el espacio del hogar (en una sala teatral muy apropiada) que posibilita la creación de este universo. Las escenas se desarrollan en el patio de la casa, ese lugar común donde todo sucede. Plantas de diversas formas y tamaño rodean la escena, delicadas guirnaldas y luces de colores dan un tono ameno y hogareño, y un pequeño farol cuelga en la pared de fondo. El piso de mosaicos desgastados de tanto andar y una mesa para todo uso.
María le cuenta a su esposo que tiene un sueño recurrente: se sienta en la cabecera de la mesa y tira fuertemente del mantel, dejando caer toda la vajilla al piso. Esta imagen condensa en buena medida la metáfora que transmite la obra. Lo que se destruye no es cualquier objeto hogareño. La vajilla familiar era el tesoro más preciado de nuestras abuelas, se sacaba para ocasiones especiales, se la lustraba, acomodaba y exhibía en fastuosos muebles deliving. Acabar con ella significa terminar con una idea de familia, con una construcción social e histórica, con ciertos ideales de unión, silencio y perseverancia frente a todo lo que hoy en día se encuentra bajo revisión y crítica. En este caso, el matrimonio no se disuelve pero se transforma en otra cosa. María perdonará a su esposo pero bajo la condición de múltiples restricciones y castigos. Ella se alejará físicamente de él, mientras que Jaime se volverá un hombre cada vez más triste y frustrado. Algo se rompe en la cotidianidad de esta familia y pese a todo seguirán adelante. El deber ser es más fuerte y les permite esconder los platos rotos debajo de la alfombra.
Ficha técnica artística
Dramaturgia: Patricia Suárez.
Actúan: Florencia Montanucci y Javier Schonholz.
Dirección: Adrián Cardoso.
Asistente de Dirección: Gisele Broin.
Música original: Diego Cardoso.
Diseño gráfico: Jazmin Trevor.
Vestuario: Pablo Juan.
Escenografía: Magdalena de la Torre.
Producción: La Domenica.
Prensa: Analía Cobas y Cecilia Dellatorre.
Sala: Teatro La Lunares (Humahuaca 4027, CABA).
Funciones: Viernes 20hs
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