La ponedora, el último milagro comienza durante una tarde silenciosa en el perdido pueblo de Ayacucho. El monseñor Betancour, dueño de casa, juega al ajedrez con el padre Christian Grecco. Se puede ver entre ellos las tensiones de poder entre sus rangos eclesiásticos y sus distintos puntos de vista acerca de la función y deberes de la iglesia. Trinidad, la bella sobrina del monseñor, les sirve te con hierbas y practica sus lecciones de italiano. Ambos religiosos comparten una preocupación profunda: la iglesia está perdiendo fieles. Se echan culpas, debaten ante las posibles causas. Las iglesias de la zona están siendo usurpadas por los religiosos evangélicos brasileros al tiempo que prometen premiar la fe de sus asistentes con electrodomésticos y sorteo de autos cero km. Deben hacer algo antes de que la parroquia desaparezca por completo. A medida que avanza la obra se va pasando del registro realista y costumbrista hacia el absurdo, con escenas hilarantes en las que planifican soluciones descabelladas para resolver este problema.
Deciden acudir a Monica Tiraboschi, una prostituta excomulgada y dueña del burdel del pueblo donde se agolpan los creyentes que se ausentan del templo. Allí su hija Iris, la ponedora, da vida a huevos milagrosos que curan a la gente. Se dice que ella sólo entrega sus huevos a quien lo necesita, ve en el otro la falta y de ese modo lo completa. Invitan a Mónica a la iglesia para encabezar una misa con su hija, para mostrar el proceso milagroso que genera, y así hacerlo pasar por el resultado del acto de fe de los asistentes que volverán a colmar el lugar, porque en definitiva “los milagros pertenecen a la iglesia” según nos recuerda el monseñor. Los ayudantes de los curas, la joven Trinidad y el capellán Gerardo, agasajan a la madama con un canto angelical con acompañamiento de piano. Pero el plan no sale como se esperaba. Lejos de ponerse de acuerdo, Mónica les recrimina todo el sufrimiento que le provocaron cuando fue echada de allí y exige dinero para prestarles a su hija, los curas se ofenden y todo termina en una gran discusión. El plan B está en marcha.
Como no pueden contar con el milagro verdadero, intentan recrear uno propio. Ponen a Trinidad dentro de un confesionario para que al salir en plena misa, con ceremonia previa para entrar en clima y palabras del monseñor incluidas, escenifique el milagro de ser poseída por el poder sanador de Cristo. Pero ese plan tampoco termina de concretarse como esperaban.
Resulta muy interesante la preparación previa a la misa, donde cada integrante del grupo cumple su rol en el armado de la escena, al igual que lo haría un grupo de teatro con su director y asistentes. El concepto mismo de religión se transforma. Una representación, una performance, algo que se pone en lugar de otra cosa para hacer alusión a eso. Así se intenta ocupar y sustituir un espacio (el milagro real) para salvar una ausencia (la de los fieles).
La atención a los detalles es lo que le da un plus a la obra. Con objetos de uso religioso estratégicamente ubicados y un vestuario muy preciso, los seis actores dan vida a un mundo oscuro, olvidado y detenido en el tiempo, a través del que expresan distintas concepciones sobre la fe, la necesidad de progreso, la búsqueda de poder, la castidad y la vocación religiosa.
Frente al desafío de modernizar la iglesia para captar más fieles, cada integrante de esta especie de empresa religiosa deja ver la imposibilidad de pensar en pos del bien común, sus prioridades personales están por encima de ello. El mito popular elevado a la categoría de milagro se presenta como un desafío para problematizar, en tono cómico, la creencia religiosa en la actualidad.
Actúan:Josefina Barrionuevo, Santiago Fraccarolli, Homero Gonzáles, Verónica González, Rocío Saldeña, Martin Tecchi
Escenografía:Esteban Siderakis
Diseño de luces:José Binetti
Realización de vestuario:Danisa Samurio
Música original:Santiago Grandone
Operación de luces:Hernán Melazzi
Diseño gráfico:Estudio Cumbre
Asistencia general:Daniela Brunfman
Prensa:CorreyDile Prensa
Puesta en escena:Ana Lucía Rodríguez
Dirección:Ana Lucía Rodríguez
Duración:60 minutos
Sala:Sportivo Teatral (Thames 1426, CABA). Viernes a las 23:00. Hasta el 29 de octubre.
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