Sed presenta un lugar indefinido, donde cinco hombres y mujeres se reúnen diariamente alrededor de un pequeño árbol que sostiene un dispositivo de recolección de agua para recuperar cada gota y no morir de sed. Se encuentran sobre una tarima que rodea a la planta vital. Allí llevan a cabo su resistencia, reconstruyendo en secreto un dispositivo de escritura que les permita dejar asentado el significado de las palabras que poco a poco van olvidando. Elaboran minuciosamente el papel de las hojas, recolectan la tinta, escriben, recuerdan. Cada uno colabora en este sistema complejo de engranajes que se unen para preservar la memoria del mundo. Pero los personajes si diferencian en su carácter, actitud corporal y en su relación con los otros. Aunque el sistema opresor intenta igualarlos, ellos mantienen su individualidad como un acto de resistencia.
El espacio de la representación tiene varios compartimentos ocultos que sirven para entrar o salir de escena y al mismo tiempo funcionan como un nivel espacial distinto en el que pueden ubicarse los actores. La estética futurista y minimalista se completa con un vestuario acorde. Mallas blancas enterizas ciñen sus cuerpos, acompañadas de sacos con múltiples bolsillos.
Es destacable la minuciosidad en el trabajo de dirección de actores. Sus cuerpos están especialmente ubicados en el reducido lugar de modo que ninguno pierde visibilidad. Desplazamientos concisos y con clara finalidad van en sintonía con la economía de recursos que caracteriza a la puesta, y que se expresa también en el texto. Frases cortas dichas en voz alta, pocos diálogos, muchas miradas que se cruzan. Lo que predomina por sobre las palabras es un clima de aventura clandestina, de encuentro comunitario, de peligro. Cada tanto este clima se quiebra ante el estado de alerta en que entran los personajes cuando oyen el sonido del llamado de los vigiladores. Ante la mirada del Gran Hermano, deben mostrarse serenos frente a la cámara vigilante que llevan en sus muñecas. Son interrogados por su exaltada frecuencia cardíaca, por la no coincidencia del lugar de residencia declarado con el lugar en el que se encuentran, cualquier mínimo cambio es motivo de llamado. No deben mencionar palabras que estén fuera del vocabulario compartido ni demostrar inquietud, malestar o disconformidad. Una sonrisa forzada a la cámara y finaliza la secuencia de vigilancia.
Siguiendo con la tradición de universos distópicos de Ray Bradbury en Fahrenheit 451 y de George Owell en 1984, la dramaturgia de Luz Pearson nos habla de un mundo en el que las palabras se olvidan por su prohibición u omisión, y el hombre se transforma en una especie de bebé que tartamudea y gesticula, un hombre-planta sediento, anterior al lenguaje.
Actúan: Cecilia Dellatorre, Jorge Lifschitz, Martín Papanicolau, Andrés Portaluppi, Mercedes Spangenberg Diseño de Vestuario: Mercedes Piñero
Diseño Gráfico: Martín Papanicolau
Diseño de Iluminación: Jorge Merzari
Diseño de Sonido y Música: Matías Medina Silva
Realización de escenografía: Martín Papanicolau, Facundo Necchi
Fotografía: Malena Figó
Prensa: Mas Prensa
Dramaturgia: Luz Pearson
Asistente de dirección: Gabriel Gómez
Dirección: Lorena Székely
Sala: Espacio Utaki (Garibaldi 1675, CABA) – Sábados 11 y 25 de Noviembre a las 20:00.
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