Virginia se sube cada día al techo de su casa y ve pasar el tiempo. Se sienta en la terraza polvorienta, y repasa una y otra vez los últimos días de su hijo, los lugares por los que caminó y lo que dijo. Cómo y porqué se suicidó tirándose desde ese lugar. Diariamente la visita Lidia, su hija menor que está embazada, hecho que pasa totalmente desapercibido para su madre. Transitan los días en un estado de dejadez y apaciguamiento, que se rompe con la llegada de Emilio. El plomero es convocado para arreglar la cañería rota en la cocina. Lo que era una pequeña pérdida de agua se transforma pronto en una gran crecida que invade toda la casa y carcome los muebles. La progresiva inundación provoca el despliegue de los sentimientos y pensamientos contenidos de tres seres a la deriva.
Concebida y dirigida por Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas, En lo alto para siempre es una obra que parte de recortes, fragmentos de ficciones y documentos testimoniales que se desprenden –y se despegan– del universo del escritor estadounidense David Foster Wallace, quien se suicidó en el 2008. La propuesta plantea un diálogo filosófico y poético sobre el salto como acto de libertad. El arrojo del mundo, la soledad, la falta de palabras para expresarse, la figura del genio incomprendido.
La historia se completa con la presencia física del cuerpo de Pablo. Interpretado por el actor y acróbata Pablo Kun Castro, el personaje recorre el espacio arrojándose una y otra vez al vacío desde la terraza. Al principio Virginia es la única que percibe su presencia, pero luego Lidia y Emilio podrán sentir la exhalación de ese cuerpo que cae. Para ello deberán entrar en sintonía con el estado de la madre.
La profesora de filosofía les pide a sus acompañantes ocasionales que suban a la terraza. Desde allí la realidad se percibe de manera distinta. La posibilidad de ver el cielo, los techos de las casas, inspirar otro aire, los envuelve en conversaciones profundas en las que el tiempo se vuelve elástico y relativo. De este modo Emilio logra superar su miedo a las alturas, y Lidia puede dejar por un momento de lado su apuro por seguir con sus tareas cotidianas.
Dialogan sobre la diferencia entre existir y vivir, sobre la relatividad de lo bueno y lo malo, sobre el placer que produce el baile. Allí donde faltan las palabras, porque algunas frases se disuelven en el aire, se vinculan entre sí y con el cuerpo de Pablo, a través de la música. Un momento muy conmovedor de la obra es aquel en el que los cuatro personajes bailan separados pero en la misma sintonía, conectando con las canciones que tanto disfrutaba el joven suicida. El cuerpo se transforma entonces en mediador de los sentimientos. Ante un desajuste del lenguaje que no puede asir explicaciones frente a lo sucedido, la existencia física los hace estar presentes y vinculados en el dolor y el abismo.
La mano creativa de la escenógrafa Mariana Tirantte logra captar el universo emocional de un texto sensible y fragmentario. Ya había demostrado en otros trabajos esa gran capacidad para producir espacios sumamente cotidianos, pero enrarecidos (Cae la noche tropical, Constanza Muere, Arde brillante en los bosques de la noche, El pasado es un animal grotesco, entre otras). Un espacio hiperrealista en miniatura, el reflejo del agua en el living de la casa, la terraza expuesta en sus diversos lados, transmiten rasgos del realismo mágico. Elementos y situaciones percibidos internamente como normales, dan cuenta de un corrimiento del mundo real.
Los protagonistas de En lo alto para siempre dialogan más allá de un espacio y un tiempo definidos. Se comunican sensorialmente, para intentar reconstruir un cuerpo que dejó de existir.
Dos manchas negras, un momento de violencia y desapareces en el pozo del tiempo. La altura no es el problema. Todo cambia cuando vuelves abajo. Cuando impactas con todo tu peso. Entonces, ¿cuál es la mentira? ¿Lo duro o lo blando? ¿El silencio o el tiempo? La mentira es que haya que elegir entre una cosa y otra. Una abeja quieta y flotante se mueve demasiado deprisa para pensar. Desde lo alto la dulzura la hace enloquecer.
El trampolín asentirá y tú saldrás despedido, y los ojos de piel podrán cruzar a ciegas un cielo empañado de nubes, la luz horadada se vaciará detrás de esa piedra afilada que es la eternidad. Que es la eternidad. Pisa la piel y desaparece.
(Fragmento de En lo alto para siempre – David Foster Wallace)
Autoría:Camila Fabbri, Eugenia Pérez Tomas
Actúan:Sergio Boris, Delfina Colombo, Pablo Kun Castro, María Onetto
Vestuario y escenografía:Mariana Tirantte
Iluminación:David Seldes
Música:Guillermo Pesoa
Asistencia de escenografía:Sofía Eliosoff
Asistencia de iluminación:Estefanía Piotrkowski
Asistencia de vestuario:Sofía Eliosoff
Asistencia de dirección:Marcelo Mendez, Mónica Quevedo
Producción:Lucero Margulis
Colaboración artística:Ignacio Ceroi
Coreografía:Virginia Leanza
Dirección:Camila Fabbri, Eugenia PérezTomas
Sala:Orestes Caviglia, Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815, CABA) – Jueves a domingos a las 21:00. Hasta el 31 de marzo.
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