Reseña de Mi abandono de Peter Rock, traducción de Micaela Ortelli, editado por Ediciones Godot
Mañana me marcho papá. Díselo tú a mamá. Voy a limpiarle el óxido a la bicicleta por el viejo camino que dejó el río al secarse. No más libros papá. Partiré muy temprano para que mamá no lo advierta. Después se lo cuentas tú papá. No me despediré de nadie. Me habría gustado dejarle algunas flores a Veli, pero ya hace mucho que aquí las únicas flores que se dan son las piedras. Hondo es el pozo del tiempo. ¿Ves allá al fondo esas montañas? Sus cumbres están tapadas y quizás llueva. ¿Te imaginas el mar cubriendo otra vez este podrerío papá? No me hables papá.
Poema Cielo bajo de Raúl Zurita
Cuando caminamos por un bosque, además de oír pájaros, el viento, ramas quebradizas y algún que otro animal desplazándose, escuchamos nuestra respiración. Una conexión vital y única con la máquina que somos. Podemos comprender el ritmo del propio cuerpo, sus tonos, lo que lo beneficia y lo que lo restringe, cómo siente los cambios de temperatura. Y entendiendo eso, entendemos el ámbito circundante. La naturaleza, en tanto espacio que no está intervenido por el ser humano, también tiene un ritmo específico. Inmersos en ese estado de contemplación, desplegamos sentidos que se encuentran dormidos en la ciudad. Este cambio de percepción es el que advierten los personajes de Mi abandono, de Peter Rock, primera novela del escritor estadounidense que se traduce al castellano. Una edición precisa de Ediciones Godot, con dibujos de flora y fauna a lo largo de todo el libro. Un padre y su hija viven durante cuatro años, por elección, en un bosque en Forest Park, un parque municipal en la ciudad de Portland, Oregón. Tienen un refugio al que llaman casa, se alimentan de su propia huerta, conocen a los animales de la zona, distinguen todo tipo de plantas, se mimetizan con el ambiente. Pero un descuido los deja a la vista de las autoridades estatales quienes no dudan en intervenir y tratar, sin éxito, de reinsertarlos en la sociedad. ¿Quiénes son?, ¿por qué viven al margen?, ¿qué los impulsa al distanciamiento?. Rock creó la historia basándose un hecho real que leyó en los diarios en el año 2004 (la novela tuvo su versión cinematográfica en el 2018 bajo el nombre Leave no trace, dirigida por Debra Granik). Luego de la reinserción fallida, la familia desapareció sin dejar rastro. A partir de la noticia, el autor imaginó el antes y el después de esa vida, sus motivos y sentimientos. El hilo conductor es la voz de Caroline, la chica de trece años que relata cómo viven en perfecta armonía con la naturaleza, “He visto un árbol caído volver a levantarse lentamente y cómo a sus ramas muertas le crecían nuevos brotes”. Describe a un padre rígido pero justo, que incluso le da una educación por encima de la media de los chicos de su edad. Tiene sus propias enciclopedias y secretos. Tiene un mundo interior intenso y profundo, y una forma muy poética de describir el entorno. Comparten la sincronización de relojes que marcan una hora distinta a la de todos los demás. Sin embargo, la narradora va plantando ciertas pistas (al igual que esas hojas que a veces talla para dejar un saludo que algún día alguien pueda leer) para alertar al lector. Ella no se llama realmente así, ocultó su verdadera identidad escrita en un papel metido dentro de su caballo de juguete. Tampoco sabemos nunca el nombre del progenitor que es simplemente nombrado como Padre (no papá), figura de autoridad máxima. Ella tiene prohibido seguirlo o saber todo lo que hace cuando desaparece por algunas horas. Cada tanto van a la ciudad a buscar provisiones, y a retirar el dinero de la pensión del hombre. Es un veterano de guerra con claros signos de estrés post-traumático que deja ver en las alucinaciones que le narra a Caroline. Visualiza helicópteros que lo rodean, y desconfía de todo lo que proviene de la civilización. Nuestro primer impulso es empatizar con esta familia que sólo quiere vivir en paz de manera diferente. “Que no nos entiendan no significa que hayamos hecho algo malo”, le dice el padre cuando la policía los encuentra, guiados por un corredor que los divisó días atrás. Podemos pensar que son los relegados del sistema, los que se alejan de la civilización, no como un acto de rebeldía sino como firme posición moral frente a un mundo ceñido y violento. Y si bien esa lectura no deja de ser acertada, la novela es mucho más profunda. Así como los protagonistas están siempre en movimiento, mudando de refugio, construyendo, pisando en determinados lugares para no dejar marcas, el relato da giros inesperados en cada capítulo. En la evaluación estatal se devela, para sorpresa del gobierno, que están en excelente estado de salud física y mental, sin ningún rasgo de violencia intrafamiliar. Se los reinserta en una granja con casa y huerta, donde trabajará padre, mientras Caroline empezará la escuela. Caroline tiene sentimientos contradictorios con los objetos materiales que ahora posee y con la posibilidad de conocer personas de su edad, mientras que el hombre sólo busca disimular una aceptación pacífica del nuevo destino, esperando el momento justo para escapar. En la segunda huida se rompe el idilio de la vida natural y vagan por distintas ciudades, intentando camuflarse. Poco a poco la figura del padre se corrompe y achica ante un entorno hostil, mientras en Caroline aparece el desamparo. “Tenemos tiempo a solas en la ciudad pero eso significa que estamos separados, no que estamos solos ya que hay personas por todas partes. La mayoría no te mira. Piensan que tú las estás mirando a ellas”. ¿La chica lo sigue por propia elección?, ¿es él realmente su padre?. Del mismo modo en que las reglas del bosque se borronean en la civilización, el vínculo se vuelve difuso. Ella no entiende las decisiones del hombre, y él acciona dando tumbos. Luego de perderse en la nieve, llegan a una cabaña habitada por otros relegados del sistema con dudosas intenciones. Un regreso momentáneo a la naturaleza que parece traer alivio, pero donde terminarán encontrando un triste destino. Hacia el final del libro descubrimos que la voz de Caroline era el reflejo de sus anotaciones. A partir de su diario y el que dejó padre, relató toda esa vida en el bosque, lo que pasó antes y después. Es actualmente una mujer que inicia sus estudios universitarios y reconstruye de a retazos su dura infancia. Cómo y porqué el progenitor la encontró y la llevó a vivir al bosque. Narrada en un continuo presente, Mi abandono es una novela de iniciación, pero también una historia acerca del vínculo padre e hija, de la lucha entre lo natural y lo construido, del libre albedrío, del rol del Estado, de las formas de enseñanza, del poder destructivo del ser humano, una crítica a las normas de convivencia de la sociedad capitalista, es todo eso y mucho más. Logra una acumulación dramática fascinante hasta llegar al diario íntimo. Un orden invertido de desarrollo, inicio y desenlace que atrapa mágicamente al lector. “Si una avanza confiada en dirección a sus sueños, encontrará un éxito inesperado en horas ordinarias. Atravesará un límite invisible. No olviden esto. No olviden que el pensamiento puede interponerse. Olviden olvidar. Buscamos olvidarnos de nosotros mismos, sorprendernos y hacer cosas sin saber cómo ni porqué. El camino de la vida es maravilloso. Se hace de abandono.”
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