*Prohibido morir aquí* de Elizabeth Taylor. Ed@labestiaequilatera_editorial
De esas novelas que te acarician en los huequitos oscuros de la cara, en los resonadores del cráneo, para soltar un sonido contenido hasta la última línea. Querés salir corriendo a abrazar a la protagonista y ser su nieta.
La Sra. Palfrey se hospeda en el hotel Claremont de forma permanente, para no ir a un geriátrico. Es una señora educada, prolija, estructurada y silenciosa que practica memorar poemas de la infancia para demorar el olvido. Se divierte e indigna con la misma intensidad frente a las ocurrencias y costumbres de los otros ancianos huéspedes. Compiten por la popularidad y por quien es más visitado.
Un día conoce en la calle a Ludo, un chico joven aspirante a escritor, que la ataja de una caída. Entablan una relación de amistad y necesidad mutua. Y se inventan una relación de parentesco, cosa que los divierte y los saca de la tristeza.
Mientras los días pasan monótonamente en el hotel, los viejos se buscan hábitos y actividades para no morir de aburrimiento. Los enredos por las mentiras picaras, las acciones impulsivas y la convivencia forzada los transforman por momentos en niños en edad escolar.
Taylor describe a la perfección las sensaciones y pensamientos de una mente en el final de sus días, sumergida en una Londres de clima imprevisible y nostálgico.
Una novela delicada y con humor. Y un final preciosisimo que reinvica todos los temas que recorre: las confusiones de la mente, el olvido, el tiempo, la familia, las apariencias, el lugar de pertenencia, las muestras de cariño.
Cerré la ultima hoja y pensé que la familia no es sólo aquella a la que estamos unidos por lazos de sangre. Sino aquellas personas que pasaron cerca para decirnos y mostrarnos algo.
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