Melina Martire reflexiona en este pequeño relato que va de Monte Hermoso a Claromecó sobre el tiempo, y como amanecer y atardecer se pueden conjugar en la misma playa. Dibujo de María Lublin.
La nota de un portal turístico local anunciaba información valiosa sobre Monte Hermoso, la única playa de Argentina que ofrece la posibilidad de ver el amanecer y el atardecer, según el sitio.
Pero en la sección de comentarios aparecía uno dispuesto a confrontarlo todo: “En Claromecó también amanece y atardece en el mar”.
Me fui a la ventanita del buscador a ver qué tal ese lugar. Las postales te hacían entrar a una película surrealista. Un tipo parado en la playa mirando al mar, sacó fotos hacia su izquierda a la mañana y hacia su derecha a la tarde.
Pasando la vista rápido entre ambas, uniendo las imágenes, podías recrear un día infinito.
La medición del tiempo es un juego tranquilizador. Poder nombrarlo da cierta ilusión de control. Cuando ese velo desaparece, viene la pregunta por el tiempo mismo, por su esencia y la nuestra.
Son las siete y veinticinco, aún no me decido dónde veranear, pasé toda la noche despierta frente a la compu, y en Claromecó ya estará por salir el sol.
Comments