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Melina Martire

El arte de encarnar



Actriz, de Fabián Fattore, tiene a Analía Couceyro como actriz de teatro, ensayando, viajando, repasando textos, esperando. Como una reivindicación de amor de los inicios del cine, el director utiliza el blanco y negro dando cuenta también de la génesis de la actuación desde un punto de vista de extrañamiento, mostrando algo distinto, lo otro de la maquinaria teatral. Resulta muy acertada la elección de la protagonista porque, además de una vasta trayectoria en teatro y cine, ella se destaca por un magistral manejo gestual que aporta riqueza al film que la sigue mientras ensaya los distintos personajes. Sin grandes despliegues técnicos, su punto fuerte reside en la cámara fija y los planos largos que se extienden en el tiempo, y por momentos la cámara sigue a la actriz casi secretamente. De esta manera, se produce un vínculo tan cercano y ameno que genera la ilusión que el espectador puede traspasar la pantalla, ubicándose a unos pocos metros de esa obra que está ensayando.

En contraposición con el accionar constante que hay sobre un escenario, en su tercer largometraje Fattore elige mostrar esos momentos muertos y de espera de los que hay muchos en el teatro. Estar presente mientras espera para las pruebas de sonido, iluminación, vestuario, para sesiones de fotos, entrevistas, sentarse pasivamente mientras la peinan y maquillan. Los silencios, los tiempos muertos y la mecanización también son parte constituyente del trabajo actoral. También vemos la repetición de los textos que hace Couceyro para aprenderlos mientras transita por distintos lugares de su casa, viaja en auto o recorre pasillos y camarines de los teatros. Una reflexión sobre la apropiación de esas líneas y cómo eso va modificando a la actriz en su proceso de construcción de los personajes.

Sin embargo, no todo es repetir metódicamente y esperar. La introducción de fragmentos en los que la actriz juega con sus hijos, produce un contrapunto hermoso por el que se cuela lo lúdico y familiar. Con ellos también ensaya mientras juega, dice líneas de los textos, y ellos a su vez juegan a interactuar con esos personajes. Analía es una y muchas a la vez: mujer, madre, escritora, directora, viajera, docente, alumna, una actriz que construye universos ficcionales a cada paso, con una voz cautivante.


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