Nota sobre Barrefondo, primer film de ficción del documentalista Jorge Leandro Colas en el que las fronteras de la ley y de las rejas que separan la vida dentro y fuera de los countries, se difuminan.
Tavo, un joven de clase media en declive, trabaja de piletero, manteniendo las piscinas de countries y de las casas más pudientes del barrio en el que vive junto a Gaby, su mujer embarazada. Su suegro, ex policía, los ayuda económicamente con las ganancias de su agencia de seguridad, mientras desprecia al yerno por su forma de vida.
En medio de un verano agobiante, parado frente a las piletas que limpia pero que no puede usar, recibe la oferta –amenaza- de El Pejerrey, cabecilla de una banda criminal del barrio, para trabajar juntos. Tavo deberá darles información de las casas en las que trabaja y a cambio recibirá un porcentaje del botín. Él duda, pero es una vacilación que nada tiene que ver con la evaluación moral del hecho delictivo. Barrefondo no plantea el debate en torno a la balanza del bien y del mal, sino que pone en primer plano a un hombre arrojado por sus circunstancias a hacer unas tareas extras para sobrevivir, y para demostrarle a su esposa y suegro que es una persona capaz.
La línea de la ley que decide cruzar el piletero es, de por sí, difusa. Él mismo comenta al pez gordo que muchos de sus clientes tienen un patrimonio de dudoso origen. En un mismo barrio conviven víctimas y victimarios, ladrones de guantes blancos y de los otros, y trabajadores honestos. Tavo bordea cada uno de esos límites, aprovechando su condición de invisibilidad. Su suegro apenas le dirige la palabra, y Gaby le reprocha constantemente su afición por la lotería clandestina y las apuestas. La mayoría de los usuarios de las piscinas no se esfuerzan por recordar su nombre y lo identifican por su oficio. Es un empleado cuya actividad debe necesariamente pasar desapercibida, como si las piletas se mantuvieran impolutas por arte de magia, efecto que sirve para la ostentación entre los de clase alta.
La frustración contenida se hace sentir en aquellas escenas en los que sus clientes se exceden: Una clienta desestima su vida (literalmente), un cliente solitario y vanidoso nada desnudo frente a él mientras trabaja.
Podemos observar los sentimientos del protagonista a través de sus gestos y sus silencios. Sus miradas hablan por él. Nahuel Viale se destaca en la profunda interpretación de Gustavo, un personaje con un complejo mundo interno de sensaciones que no expresa a través de palabras sino de acciones. Claudio Da Passano se luce en el rol de suegro metido, intimidante y arrogante. Y el siempre efectivo Osqui Guzmán, el ayudante boliviano del protagonista, a quien los habitantes de countries miran con mayor recelo.
El film se mueve hábilmente entre el realismo, el suspenso y el policial, con interesantes líneas de crítica social, sin moralismos. Todo esto anclado perfectamente en el contexto particular del territorio bonaerense. Las locaciones reales son un plus en la película, como así también los planos largos y la cámara en mano. En su primera película de ficción, Jorge Leandro Colas introduce elementos del género documental que bien conoce (Parador Retiro (2008) y Los pibes (2015)) para meter de lleno a los espectadores en estas aguas turbias y estancadas.
De hecho, al principio del film el tiempo pareciera no transcurrir. El trabajo agobiante bajo el sol, el calor extremo y la panza de la mujer se mantienen iguales día a día. Esa monotonía se quiebra sólo con las complicaciones que genera el segundo empleo de Tavo. El agua en sus distintas formas se convierte en la constante que atraviesa la película. Por un lado, líquido cristalino en las piscinas de la gente pudiente y, por otro, transpiración en los cuerpos de quienes no acceden a ese lujo. El piletero y su esposa sufren el ardor veraniego, frente a la imposibilidad de tener un aire acondicionado —signo de acceso al círculo del consumo de la clase media—, que sólo logran comprar gracias a la actividad delictiva. El agua que es dada desde afuera, que brota, que se disfruta, frente al agua interna, la que sale de adentro, la que se padece.
Basada en la novela homónima del escritor Félix Bruzzone, Barrefondo navega cómodamente entre diversos géneros y reflexiones, aprovechando el agudo conocimiento del autor sobre el mundo de las piscinas. Bruzzone trabaja además como piletero, al igual que el protagonista de su novela. Un cruce entre el registro de lo cotidiano, la reflexión sobre el valor del trabajo y la posibilidad o no de vincular distintos oficios. La misma pregunta que atraviesa a Tavo a lo largo del film.
La propuesta de El Pejerrey llega en el momento preciso. El piletero transforma las pequeñas venganzas cotidianas (arruinar la gorra preferida del suegro, limpiar mal una pileta por el maltrato del cliente) en una venganza mayor a través del delito, que funciona aquí no como un fin, sino como un medio de realización personal. Una oportunidad que podría haber sido cualquier otra.
Antes de ser un espectáculo consciente, todo paisaje es una experiencia onírica […]. Para ciertos soñadores, el agua es el movimiento nuevo que nos invita a un viaje nunca realizado.
G. Bachelard
Ficha técnica
Film: Barrefondo
Actúan: Nahuel Viale, Sergio Boris, Maria Soldi, Claudio Da Passano, Osqui Guzmán, Adrian Fondari
Guión y dirección: Jorge Leandro Colás
Producción: Salamanca Cine, Carolina M. Fernández y Jorge Leandro Colás
Fotografía: Leonel Pazos Scioli
Cámara: Martín Larrea
Asistente de dirección: Julieta Cáceres
Asistente de producción: Paula Lombardo
Locaciones: Paula Sinjovich
Arte: Diana Orduna
Vestuario: Agustina Guerrier
Utilería: Maia Heidel
Maquillaje: Mariela García
Sonido: Celeste Contratti
Post sonido: Carlos Olmedo
Montaje: Karina Expósito
Diseño gráfico: Gustavo Ibarra
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